Llegó a esta localidad a orillas del territorio guerrillero con su cortejo. Incluía a un productor, un técnico de sonido, dos bailarinas escasamente vestidas y un sirviente acosado, que llevaba su sombrero de vaquero, sus botas de piel de víbora, su tequila y, por supuesto, sus artículos de ostentosa joyería: un grueso collar grabado con el nombre de Uriel Henao.