Sus rostros eran de cansancio, pero reflejaban regocijo. Un regocijo interno, de renovación espiritual, pues habían ofrecido a la Virgen de El Cisne un acto de sacrificio, de veneración, de agradecimiento; un acto de fe que les significó cubrir a pie, desafiando el frío y el viento helado, en las primeras horas de la mañana, y el sol del mediodía, los 20 kilómetros que hay entre el santuario donde se venera la imagen y San Pedro de La Bendita. Había cumplido el primer tramo de la procesión más numerosa del sur del país, que dura cuatro días recorre 70 km y que ayer congregó al menos unos 60 mil feligreses nacionales y extranjeros.