La América Latina de Oliver Stone

En largometrajes sobre John F. Kennedy, Richard M. Nixon y George W. Bush, Oliver Stone dio rienda suelta a su imaginación, y se lo criticó a menudo por ello. Ahora, en South of the Border (Al sur de la frontera), se volvió a Hugo Chávez, el controversial presidente populista de Venezuela, y a sus aliados reformistas en Sudamérica.“Me fascinan las personas satanizadas con frecuencia, como Nixon y Bush, Chávez y Castro”, dijo Stone en una entrevista reciente durante una gira para promover la película, que presenta a Chávez como un dirigente benevolente, generoso, tolerante y valiente, al que se ha calumniado injustamente.“Es una cosa recurrente”, agregó, que puede indicar “un apego psicológico al desvalido” que hay en él.A diferencia de sus películas sobre presidentes estadounidenses, se supone que Al sur de la frontera, que dura 78 minutos, es un documental, y, por tanto, se debe considerar bajo estándares diferentes.Sin embargo, está plagado de los mismos problemas de precisión que han planteado los críticos sobre sus cintas, que datan de JFK. En conjunto, los errores, equivocaciones y detalles faltantes podrían minar el retrato elogioso que hace Stone de Chávez.Los problemas de Stone en la película empiezan muy pronto, con su relato del ascenso de Chávez.Como se presenta en Al sur de la frontera, el principal oponente de Chávez en su primera candidatura para la presidencia en 1998 fue “una rubia de seis pies y una pulgada, ex Miss Universo”, llamada Irene Sáez, y, por tanto, “la contienda llega a conocerse como (las elecciones) de la Bella y la Bestia”.Sin embargo, el principal oponente de Chávez entonces no fue Sáez, quien terminó en tercer lugar, con una votación de 3%. Fue Henrique Salas Romer, un anodino ex gobernador estatal que obtuvo 40% de los votos.Variaron las actitudes de Stone cuando le señalaron esta y otras discrepancias durante la entrevista. “Siento eso, y me disculpo”, dijo sobre las elecciones de 1998. Sin embargo, también reclamó “que encuentran defectos a todo” y “discuten nimiedades”.“Es una introducción básica a una situación en Sudamérica que desconoce la mayoría de los estadounidenses y europeos”, agregó, debido a “años y años de periodismo necrosado”. “Creo que hay tanto desequilibrio que definitivamente somos un contrapeso para eso”, manifestó.Tariq Ali, un historiador británico-paquistaní y comentarista que ayudó a escribir el guión, agregó: “No es precisamente un secreto que apoyamos al otro lado. Es un documental dogmático”.Las críticas iniciales de Al sur de la frontera han sido tibias. Stephen Holden en The New York Times, la calificó de “provocadora, aunque superficial, una exaltación del socialismo latinoamericano”, mientras que Entertainment Weekly la describió como “propaganda de agitación, color de rosa”.Algunos de los errores de información de Stone, quien constantemente pronuncia mal el apellido diciendo Sha-VEZ en lugar de CHÁ-vez, en Al sur de la frontera son relativamente benignos. Sin embargo, otras aseveraciones cuestionables se relacionan con problemas más fundamentales, incluida la opinión de Stone sobre los derechos humanos, una inquietud en América Latina desde la época de Jimmy Carter.El cineasta argumenta en la cinta que Colombia, que “tiene peores antecedentes en cuanto a derechos humanos que Venezuela”, obtiene “aprobación en los medios informativos que Chávez no tiene” por su hostilidad hacia Estados Unidos.Conforme Stone empieza a hablar, aparece en la pantalla el logotipo de Human Rights Watch, que monitorea muy de cerca tanto a Colombia como a Venezuela, y ha emitido informes duros sobre ambos. Eso parecería implicar que la organización es parte de “la doble moral política” de la que se queja Stone. “Es cierto que muchos de los críticos más violentos en Washington se han hecho de la vista gorda sobre los antecedentes atroces de Colombia en cuanto a derechos humanos”, señaló José Miguel Vivanco, director de la división América de la organización. “Pero –dijo– esa no es razón para ignorar el daño grave que Chávez ha hecho a los derechos humanos y el imperio de la ley en Venezuela”, que incluye haber expulsado sumariamente a Vivanco y un asociado, violando la ley venezolana, después de que Human Rights Watch emitió un informe crítico en el 2008.Una actitud similarmente tendenciosa impregna el tratamiento de Stone sobre el golpe de Estado de abril del 2002 que derrocó brevemente a Chávez. Uno de los hechos claves en esa crisis, quizás su instigación, fue “la masacre del puente Llaguno”, en la que mataron a tiros a 19 personas en circunstancias todavía turbias, donde los chavistas responsabilizan a la oposición y viceversa.La película de Stone incluye pietaje nuevo de la confrontación en el puente, pero su argumento básico se relaciona estrechamente con el de The Revolution Will Not Be Televised, una cinta que aprueba el campo chavista.No obstante, ese documental produjo una refutación en otro titulado X-Ray of a Lie, así como por el libro de Brian A. Nelson, El silencio y el escorpión. El golpe de Estado contra Chávez y la conformación de la Venezuela moderna (Nation Books), a ninguno de los cuales menciona Stone.En cambio, Stone depende muchísimo de la versión de Gregory Wilpert, quien presenció parte del intercambio de fuego y se le describe como académico estadounidense. Sin embargo, Wilpert también es esposo de la cónsul general de Chávez en Nueva York, Carol Delgado, y editora por mucho tiempo y presidenta del consejo de administración de Venezuelanalysis.com, un portal en internet establecido con donaciones del Gobierno venezolano, afiliaciones que no revela Oliver Stone. La segunda mitad de Al sur de la frontera es una película de viaje por carretera, en la que Stone, a veces acompañado por Chávez, se reúne con líderes de Bolivia, Argentina, Paraguay, Brasil, Ecuador y Cuba. Sin embargo, ahí también distorsiona los hechos y omite información que podría minar su tesis de una “revolución bolivariana” en todo el continente, con Chávez a la cabeza.Al ir a Argentina, por ejemplo, describe con precisión el colapso económico en el 2001. Sin embargo, salta a la elección de Néstor Kirchner a la presidencia en mayo del 2003, y deja que él y su sucesora –y esposa–, Cristina Fernández digan: “Empezamos una política diferente a la anterior”.En realidad, el predecesor de Kirchner, Eduardo Duhalde, y su ministro de Finanzas, Roberto Lavagna, fueron quienes realizaron ese cambio de política y la subsecuente recuperación económica, que comenzó cuando Kirchner todavía era el oscuro gobernador de una pequeña provincia en la Patagonia. Kirchner fue originalmente un protegido de Duhalde, pero ahora son enemigos políticos, lo que explica el deseo del primero de eliminar al segundo de su versión de la historia.Ali dijo: “El objetivo de nuestra película es muy claro y básico”. En Al sur de la frontera, agregó: “No estábamos escribiendo un libro ni sosteniendo un debate académico. Era tener un punto de vista favorable de estos gobiernos”. “No es precisamente un secreto que apoyamos al otro lado. Es un documental dogmático”. Tariq Ali, historiador británico-paquistaní que ayudó a escribir el guión.

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