Durante años, casi nadie puso atención a las advertencias de Edward Hugh, un gregario blogger británico y economista autodidacta que repetidamente predijo que la zona del euro no podía sobrevivir.

Viviendo una existencia en gran medida precaria en Barcelona con su salario de maestro de medio tiempo, envió un mensaje tras otro a la jungla del internet. Era el colmo de la tontería estratégica, advirtió, pensar que los ancianos y tacaños alemanes podían coexistir exitosamente bajo una sola sombrilla monetaria con los irlandeses, griegos y españoles más jóvenes y usuarios frecuentes de tarjetas de crédito.

Publicidad

Pero ahora que la crisis de la deuda soberana europea está sacudiendo a los mercados mundiales y despertando dudas sobre el futuro de la unión monetaria, sus voluminosas meditaciones se han vuelto lectura obligada para un influyente y creciente público global, incluidos formuladores de políticas en la Casa Blanca.

Incluso ha sido cortejado por el Fondo Monetario Internacional, que recientemente le pidió volar a Madrid para auxiliarle en su análisis de la economía española. “Es bastante agradable, realmente”, dijo divertido Hugh, de 61 años, mientras se recargaba en un lujoso auto que lo llevaba a su reciente compromiso de conferencia organizado por el Círculo de Economía, un influyente grupo empresarial en Barcelona.

Publicidad

Pero en otras formas, su vida ha cambiado muy poco. Recientemente tuvo que pedir dinero prestado a amigos para comprar prendas presentables que le permitieran dirigirse a una conferencia de políticos y ejecutivos de negocios españoles. Se sostiene impartiendo clases de inglés a residentes locales de Barcelona.

 “Supongo que soy contracíclico”, dijo riendo. “Durante todos los años del auge, cuando a todos les iba bien aquí, yo no estaba haciendo nada. Ahora soy un nombre conocido en Cataluña”, dice.

Bueno, no tanto. La idea del economista como celebridad pop al estilo de Nouriel Roubini, cuya primera predicción de que el mercado de la vivienda en EE.UU. colapsaría le significó fama y una marca consultora mundial, o un Paul Krugman, el economista ganador del Premio Nobel que escribe una columna para The New York Times, es aún inmadura en Europa y en particular en España.

Pero cuando surgen interrogantes sobre cómo pueden países europeos salir de su trampa de deuda y retomar el crecimiento, Hugh es buscado por su entendimiento y sabiduría.

Su mensaje sombrío es como España, y otros países en problemas de la zona del euro como Grecia, Portugal, Irlanda e Italia no pueden devaluar su moneda común unilateralmente, tienen poca opción salvo soportar lo que esencialmente sería una devaluación interna del 20%. Eso significa que los salarios de sus sectores público y privado necesitan caer en aproximadamente esa cantidad si esos países desean restablecer su competitividad, elevar las exportaciones y atraer el efectivo para pagar sus deudas.

“¿Por qué estos países no han convergido con el resto de Europa?”, pregunta. “Es por la demografía. Conforme las poblaciones envejecen, hay menos personas de entre 20 y 50 años que compren casas nuevas y que ahorren más”.

Alemania, donde la edad promedio es de 45 años y está aumentando aun cuando la población está empezando a contraerse, es una nación de ahorradores, y la política pública ha alentado mantener los salarios bajo control y crear industrias de exportación.

En contraste, los griegos, irlandeses y españoles más jóvenes continuaron en parrandas de endeudamiento, impulsadas en particular por crecientes demandas de casas nuevas y productos de consumo que, en varios casos, se convirtieron en burbujas de vivienda antes de que estallaran.

Y la principal propuesta de Hugh –que Alemania deje el euro, lo cual casi de inmediato haría bajar significativamente el valor de la moneda, mejorando la competitividad de los países más débiles que se quedaran detrás– se interpreta mejor como un mensaje provocador que como una solución práctica.

¿Quién es Edward Hugh?
Nació en Liverpool, estudió en la Escuela de Economía de Londres, pero se sintió más atraído por la filosofía, la ciencia, la sociología y la literatura.

Se mudó a Barcelona en 1990. Actualmente vive en una aldea de 60 personas.

Su espíritu alegre y simpático y su filiación a los principios de la reciprocidad y el intercambio lo han hecho un socializador.