Bartolo Guerrero, de 52 años, habla poco. La timidez solo le deja sonreír. Este balzareño que llegó hace quince años a Guayaquil en busca de un mejor futuro para sus hijos prefiere que sean ellos los que hablen de su papel como padre. Tiene cuatro hijos y dos nietos que también le dicen papá. “Él es lo máximo que yo tengo en la vida y le doy gracias a Dios por habérmelo dado”, dice Janina Guerrero, de 18 años y alumna del colegio Eloy Alfaro de Guayaquil.