Tenía tantas ganas de estudiar cine que para lograr ingresar al Centro de Estudios Cinematográficos trabajó de camarero, repartidor de publicidad, ayudante de cocina, limpiador de vidrios y hasta de vendedor de pizzas. Se trata del realizador español Santiago Zannou, de 33 años y quien proviene de una familia de inmigrantes africanos humilde. Es la primera vez que visita Guayaquil.
Llegó para presentar, en la séptima edición del festival Eurocine, su primer largometraje, El truco del manco (2008). Es autor de varios cortometrajes. Dice que no le gusta tomar fotografías de los lugares que ha conocido gracias a las ocasiones en que esta producción participó en festivales de Francia, Uruguay, España y EE.UU. Prefiere contar lo que ha visto, porque considera que “un director es un cuentacuentos”.
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¿Si no hubiera sido cineasta a qué se habría dedicado?
Es difícil decirlo. Creo que las pasiones son únicas y el cine es la mía. Si no hubiera sido cineasta creo que no existiría Santiago Zannou. Yo no puedo ser otra cosa.
¿Qué hecho lo motivó a vincularse con el cine?
Creo que es importante leer los diarios todos los días para estar al día, no hay que creer todo lo que ponen, pero leerlos para tener una opinión personal. Yo leí una noticia cuando tenia 20 años sobre dos niños de Nigeria que se colaron bajo un avión porque querían ir a explicar a los grandes hombres de Europa que en sus colegios no había balones, tizas, bolígrafos y cuadernos. Ellos tenían una carta preparada para estas personas y no lograron entregarla porque murieron congelados. Me di cuenta de que el mundo está mal repartido, hay muchísimas diferencias y tenía ganas de darle voz a este tipo de personas, entonces consideré que el cine era una buena forma de alcanzarlo. Pienso que tengo aptitudes para contar historias con el cine.
¿Qué le cautivó del rapero madrileño Juan Manuel Montilla, el Langui, quien sufre de parálisis cerebral, para inspirarse en su vida y también invitarlo a ser el protagonista del filme El truco del manco?
En Juan Manuel me encontré con un superhéroe de carne y hueso, que se superaba, que luchaba mucho. Es un tipo que desde que ganamos varios premios Goya ha hecho dos discos, un libro, un programa de radio, un cómic y está preparando una serie. Tiene espíritu de superación, vitalidad y es honesto. Cuando camina muchas veces se cae y siempre recuerdo una frase suya: “Si me caigo 40 veces me levanto 41”.
¿Por qué contar esa historia en un largometraje y no en un documental o cortometraje?
Creo que el cine es una fábrica de sueños y qué mejor sueño que pensar que un chico negro hijo de migrantes, o sea yo, y un chico con una minusvalía física (Juan Manuel) podíamos llegar a hacer una película. Era un sueño muy loco que con mucho trabajo se pudo lograr.
Obtuvo el galardón en la categoría de Mejor dirección novel en los Premios Goya, ¿qué significó este mérito?
Significa que basta ya de mirarnos como desechos sociales a los hijos de los migrantes en Europa, los chicos negros no solo bailamos salsa, jugamos bien fútbol y corremos mucho, sino que también valemos para pensar y estar dentro de la cultura y el arte. Para mí fue demostrar a la gente racista que las personas que venimos de otro estrato social o tenemos otro color de piel somos igual de válidas que los demás.
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¿Esta producción es un reflejo de usted?
Creo que un director tiene que hablar de lo que sabe, la mejor manera de dirigir es desde las entrañas, desde el alma, desde el corazón y creo también que si los personajes no tienen cosas del director pues es un poco honesto y creo que en los trabajos hay que ser muy honesto. Le digo siempre a Juan Manuel que en El truco del manco somos la cara de la misma moneda. Soy un chico con muchas ganas de superarme y el protagonista, Cuajo, también lo es. Asimismo, el amigo de él, Adolfo, es inspirado en mí. El dolor me ha valido para hacer cine. Trabajo desde la entraña, desde las cosas que me duelen muchísimo.
¿Qué impresión tenía de Ecuador?
Me encontré con un país muchísimo más humano de como me lo habían vendido. Veo a un país con ganas de esforzarse, de luchar y con un nacionalismo muy bonito.