Desde las 07:00, de lunes a viernes, decenas de obreros y artesanos acuden a diario al Centro Socio Empleo, una oficina que el Gobierno instaló en febrero pasado con el fin de canalizar la oferta y la demanda de empleo que se tranzaba tradicionalmente en las aceras de las avenidas 6 de Diciembre y Granados (en el norte de Quito), como en una especie de mercado callejero.

Luego de haber tomado su turno, José Burga, pintor de 43 años, se sienta a esperar si esta vez tiene la fortuna de ser beneficiado en el sorteo, mecanismo utilizado debido a que todos los postulantes tienen el mismo perfil: obreros de la construcción. Burga ha acudido al centro desde que empezó a funcionar. “Siempre vengo, saco los tiques, pero hasta ahora no he encontrado trabajo. No sé ni cómo estoy viviendo”, se lamenta.

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Cuenta que cada vez que reclama a los empleados del Centro Socio Empleo sobre su imposibilidad de encontrar trabajo le dicen que tenga paciencia.

Se confiesa desesperado porque ya se le acabaron los $ 70 que obtuvo en el último trabajo, que consiguió por su cuenta, hace unos tres meses, colocando baldosas. Tiene cinco hijos, a dos tuvo que sacarlos del colegio porque no pudo comprarles los útiles escolares. Este mes, su esposa, que es empleada doméstica y gana $ 200, tendrá que sustentar los gastos del hogar.

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Ramón Quishpe, carpintero de 70 años, trabajó en su propio taller por 27 años, pero el avance de la tecnología afectó su negocio porque ya no tenía el capital suficiente para modernizarse.

Desde hace unos ocho años realiza trabajos ocasionales, pero ahora dice que ni estos consigue. “El pecado mío es envejecer”, reniega. Obtuvo empleo temporal como jardinero hace tres semanas, a través del Centro Socio Empleo, pero el pago recibido se terminó y debe mantener a su esposa y un hijo con síndrome de Down por el cual ha solicitado ayuda estatal, pero no obtiene respuesta.

Al Centro Socio Empleo acuden unas 350 personas de lunes a martes (días de mayor concurrencia) y hasta el sábado suman unas 450. Los obreros deben inscribirse, presentando su cédula, referencias personales y laborales. Iguales requisitos se pide a los empleadores. Se los registra en una base de datos y luego se los somete a sorteo.

En Quito, hasta el 3 de mayo último se anotaron 3.800 obreros, de los cuales 1.400 (37%) obtuvieron empleos que pueden durar de un día a un mes.

Antonio Rueda, asesor del Ministerio de Relaciones Laborales, explica que muchos de los postulantes no consiguen trabajo porque buena parte de ellos no son mano de obra calificada. Por lo que el Centro también apunta a la capacitación para asegurarles mayores posibilidades de ser contratados.

En agosto se instalará otra oficina similar en el sur de Quito. En la segunda quincena de junio se inaugurará otro en Cuenca y hasta el 15 de julio uno más en Machala. La siguiente será en Guayaquil, pero aún no se define la fecha. Hasta el segundo semestre del 2011 este Gobierno espera instalar una agencia en cada capital de provincia.

Rueda acepta que hasta ahora la labor de este centro ha sido la de facilitar la oferta y la demanda laboral del sector de la construcción, pero enfatiza que se trata de una primera fase. La siguiente será colocar a estas personas en el sector público. Para ello se firmarán convenios con todos los ministerios, secretarías y empresas del Gobierno, para que todos sus contratos de ínfima cuantía se canalicen directamente a la red Socio Empleo. En dos semanas se aspira a firmar el primer convenio con la Corporación Nacional de Telecomunicaciones (CNT).

Este programa se ampliará luego a las trabajadoras del servicio doméstico y posteriormente, a través de un portal web, a toda la Población Económicamente Activa (PEA).

Pero a Burga, como a muchos otros obreros de la construcción que acuden al Centro, no le interesa la capacitación o la asistencia social mientras no consiga trabajo inmediato que le permita mantener a su familia.