MADRID.- David Grossman (Jerusalén, 1954) es un hombre entrañable, de mirada triste y hablar pausado. No resulta difícil entender por qué la epidermis de sus palabras destila cierto aire de desesperanza y un hondo dolor. El estado de guerra permanente que este narrador y ensayista respira a su alrededor, en Israel, ha marcado su escritura. Y su vida. En el 2003, cuando Uri, su segundo hijo, estaba a punto de enrolarse en el Ejército, Grossman, empujado por un \"sentimiento de urgencia y ansiedad\", empezó a escribir una novela, La vida entera (Lumen), para retratar de qué manera la \"violencia externa y la crueldad de la situación general del país penetraban en el tierno e íntimo tejido de una familia y acababan haciéndolo añicos\". Tres años después, la tragedia se instaló en su hogar. El 12 de agosto del 2006, su segundo hijo murió durante unas operaciones militares del Ejército de Israel, al sur de Líbano. Transcurrida una semana de luto, retomó el texto (siempre escribe en hebreo). En más de una ocasión, sentado ante su escritorio, el autor de Tú serás mi cuchillo sintió cómo el peso del recuerdo llegó a paralizarlo.Se sobrepuso, una y otra vez. El resultado, una obra en la que, como en el resto de su narrativa, describe la vida de su país instalado en una \"región de catástrofe\". Grossman es considerado uno de los autores más importantes de la literatura israelí contemporánea y su producción ha sido traducida a veintiséis idiomas. En España presentó recientemente La vida entera y el compendio de ensayos Escribir en la oscuridad (Debate). En entrevista con EL UNIVERSO, este autor demuestra cómo su compromiso cívico en ningún caso está reñido con su tarea literaria.¿Es distinto David Grossman, el escritor, después de la muerte de su hijo? (Respira hondo antes de contestar) Creo que mi escritura ha cambiado. Mi relación con la vida y la muerte es distinta, comprendo mejor la interacción entre ambos estadios.¿Hasta qué punto puede decirse que la escritura ha supuesto para usted una suerte de catarsis? No escribo para liberarme del dolor. Solo busco entender mejor mi situación y crear un lugar para mí. Tal vez, ahora, soy un hombre más triste, pero volver a escribir es haber optado por la vida. Solo entiendo mi existencia a través de la escritura.Ora, la protagonista de La vida entera, vive una experiencia personal similar a la suya. ¿Se siente identificado con ella? Cuando se termina un libro, el escritor suele separarse de sus personajes. Pero hay algunos que permanecen conmigo. Ora es uno de ellos, casi todos los días pienso en ella. Me pregunto cómo reaccionaría si estuviera en mi lugar.¿Un ejercicio que afianza su defensa sobre la necesidad de ponerse en la piel del otro? Es lo que intento siempre en mi escritura. En el caso de mi novela La vida entera, para mí era realmente importante entender a Ora. ¿Cómo es ser una mujer, una madre? Todos somos prisioneros de nuestra biografía, de nuestros genes, de nuestras raíces, de nuestra lengua. Cuando se escribe acerca de otras personas es realmente un privilegio y un desafío poder entrar en su mente, observar desde su punto de vista; en el caso de los israelíes, penetrar en la armadura que los protege; y, en el caso de los palestinos, ver a través de sus ojos nuestra propia ceguera.¿Qué aprendió de Ora? Nuevas sensaciones, la manera de ver, de amar a sus hijos. La delicadeza de las mujeres que no tienen los hombres. Para esta historia necesitaba la subversión de una mujer, dispuesta a desafiar el sistema.¿También, como ella, recorrió a pie 500 kilómetros (la protagonista camina hasta Galilea para evitar estar en su casa y recibir la noticia de que su hijo ha muerto)? Caminé desde el norte de Israel hasta mi casa, pero no con esa idea de que mientras caminaba mi hijo estaba a salvo. Realmente fue una experiencia única. La mejor parte de la escritura del libro. Soy un caminante. Camino cada mañana, cinco kilómetros, por las montañas. Una maravilla.¿Por qué el libro sitúa al conflicto de Israel en el seno de la familia? La primera parte de la historia se sitúa en la Guerra de los Seis Días (1967). Mi propósito era ofrecer una imagen panorámica de la hatmatzan (la situación, en hebreo) de Israel, pero desde el entorno familiar. Creo que los mayores dramas de la humanidad no ocurren en campos de batalla, sino en esas burbujas tan íntimas que son las familias.Al final no se sabe qué ocurre con el soldado de la novela... Me interesaba dejar el final abierto. He recibido cartas de lectores que me hablan de lo que les pasará a mis héroes, a mis protagonistas, después de leer el libro. Esto demuestra que la obra continúa viva. Hay quienes dicen que he sabido contar la historia de sus vidas.¿Abriga alguna esperanza en que llegará la paz algún día? No creo en los finales felices al estilo de Hollywood, menos aún para el conflicto entre Israel y Palestina. Supongo que si nuestros dirigentes son inteligentes y valientes pueden alentar un acuerdo de paz, aunque sea doloroso para muchos. No será una paz perfecta, siempre habrá fanáticos que intentarán violentarla, pero será mejor que la situación actual.¿El mirar constantemente al pasado no es el principal obstáculo? El pasado está demasiado presente en Israel y la memoria, a veces, puede llegar a convertirse en una cárcel, nos asfixia. La Shoá (Holocausto) no se debe olvidar, pero los líderes no pueden describir la situación actual a base de los ecos de esos miedos que son los traumas del pasado. Si un pueblo se define siempre según su pasado, no tendrá futuro. Eso es destructor.Sus libros han sido referentes para varios líderes, entre ellos Barack Obama. ¿Por qué cree que les ha servido de algo? Algunos líderes han dicho que les han influido mis libros, pero yo desconfío de esas palabras. Los cambios reales no se ven. Cambia la retórica, pero nada más.","isAccessibleForFree":true}
Testimonio. El escritor israelí es un activista constante por la paz en el conflicto judío-palestino. Su producción literaria está presente a nivel internacional y entre sus lectores también se incluye al público ecuatoriano.
Portada de La vida entera, libro con el que busca retratar la violencia que se vive en su país. Foto: redaccion
Patricia Villarruel MADRID.- David Grossman (Jerusalén, 1954) es un hombre entrañable, de mirada triste y hablar pausado. No resulta difícil entender por qué la epidermis de sus palabras destila cierto aire de desesperanza y un hondo dolor. El estado de guerra permanente que este narrador y ensayista respira a su alrededor, en Israel, ha marcado su escritura. Y su vida. En el 2003, cuando Uri, su segundo hijo, estaba a punto de enrolarse en el Ejército, Grossman, empujado por un "sentimiento de urgencia y ansiedad", empezó a escribir una novela, La vida entera (Lumen), para retratar de qué manera la "violencia externa y la crueldad de la situación general del país penetraban en el tierno e íntimo tejido de una familia y acababan haciéndolo añicos". Tres años después, la tragedia se instaló en su hogar. El 12 de agosto del 2006, su segundo hijo murió durante unas operaciones militares del Ejército de Israel, al sur de Líbano. Transcurrida una semana de luto, retomó el texto (siempre escribe en hebreo). En más de una ocasión, sentado ante su escritorio, el autor de Tú serás mi cuchillo sintió cómo el peso del recuerdo llegó a paralizarlo.