La selva del Yasuní, además de ser la más megadiversa del planeta, es el hogar de tres tribus con singulares características. Son al menos 190 taromenane, unos 150 tagaeri y cerca de 3.000 huaorani. Las dos primeras no han sido contactadas y deambulan libremente por la denominada zona intangible (intocable) y el Parque Nacional Yasuní, incluidos los sectores Tiputini, Tambococha e Ishpingo, que forman parte del bloque petrolero ITT.
Por la década del sesenta, los huaorani eran nómadas y no contactados. Atacaban con sus lanzas a los trabajadores petroleros y a los religiosos como el sacerdote Alejandro Labaca y sor Inés Arango, que iban en misión evangelizadora. Los huaorani cedieron y ahora residen en 38 comunidades. Otro grupo que no estaba de acuerdo se adentró en la selva al mando de Taga. Son los llamados tagaeri, cuya población quedó diezmada por el ataque de los taromenane, nombre tomado de su jefe homónimo. Hombres y mujeres tienen la tez blanca, son de ojos verdes o azules y viven totalmente desnudos, según líderes huaorani que los han visto.
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El lenguaje es diferente a los tagaeri, quienes también hablan huao. Las mujeres tienen el pelo hasta la cintura, los senos protuberantes y grandes caderas. Por eso se piensa que llegaron desde Brasil. Cuando corren dan grandes saltos, trepan con facilidad en los árboles, utilizan cerbatanas (tubo de chonta para disparar flechas envenenadas) de hasta cinco metros de largo, el doble de las que usan los huaorani. Viven de la caza, comen raíces y frutos.
Entre las tres tribus se han producido matanzas; estas también han atacado a los mestizos que se internan en la selva, sobre todo madereros ilegales.
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Por el peligro de su desaparición, el 10 de mayo del 2006, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos otorgó medidas cautelares para proteger a los taromenane y tagaeri. Esta solicitó al Estado la adopción de medidas para protegerlos de los extraños. El 10 de abril del 2007, el presidente Rafael Correa anunció la adopción de una política estatal de protección. Se comprometió a delimitar las 758 mil hectáreas de la zona intangible.
No se ha concluido esa tarea hasta la fecha. “Si se explota al ITT, se iría contra los taromenane, tagaeri y huaorani, pero ellos pueden atacar”, dice Mauro Gutiérrez, de Chiroisla, comunidad aledaña al Yasuní.