Tarde de sábado. Una luz de oro gastado ilumina a Enrique Tábara. Rodeado por sus cuadros más recientes, luce una cabellera plateada, pero la misma mirada y sonrisa maliciosa de años atrás. Conversamos en su residencia del Barrio del Centenario, a la que llega los fines de semana desde Cuatro Mangas (recinto a escasos kilómetros de Quevedo, provincia de Los Ríos), donde se refugia a pintar la obra que expondrá este año en el Museo IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno), de Valencia, España.