Escribir sobre Ángel Felicísimo Rojas es hacerlo sobre uno de los grandes de las letras ecuatorianas, pues Rojitas, como cariñosamente lo llamaban sus amigos de confianza, fue una especie de hijo adoptivo del grupo Guayaquil, de esos cinco, como un puño, pues Rojas nació en Loja, un 28 o 31 de diciembre de 1909.

A Guayaquil la llamó su “patria grande” y a su Loja natal “ciudad portátil”. La migración fue uno de los hechos que tendría un gran significado en su obra, la separación del terruño y el dolor que eso conlleva, el traslado de las frías serranías al feraz trópico marcaría su personalidad.

Realizó sus estudios en Loja siempre apoyado por su madre, una maestra rural. Culminó su formación en Derecho, profesión que ejerció toda su vida y de la cual indicó jocosamente que lo había ‘aburguesado’. Además de escritor, fue docente en colegios como el Vicente Rocafuerte y en la universidad Central y de Guayaquil.

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Se dedicó a la agricultura, cuando al ganar un pleito judicial obtuvo en pago una parcela de tierra en El Oro, hasta que las inundaciones terminaron por dejarlo sin tierra y endeudado.

Se trasladó a Guayaquil y en 1936 entró a colaborar en el bufete de José de la Cuadra, con quien antes había mantenido relación epistolar, igual lo había hecho con Joaquín Gallegos Lara, esto le permitió codearse con la intelectualidad de izquierda de la ciudad, afín a esta corriente ideológica. Rojas fue fundador del Partido Socialista de Loja, en 1927.

En su juventud había publicado textos como colaborador en revistas de su ciudad. Admirador confeso de Jack London, Edgar Allan Poe, Miguel de Cervantes, Joseph Conrad, y  Lope de Vega, quienes son sus referentes literarios.

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Su militancia en el Partido Socialista Ecuatoriano (PSE) lo lleva a colaborar en la formación de Acción Democrática Ecuatoriana (ADE, 1942) y a criticar duramente al gobierno de Arroyo del Río por la mutilación territorial a favor de Perú. El Gobierno, carente de respaldo social, encarcela a sus opositores, incluso a Rojas. Participó en la insurrección popular del 28 de mayo de 1944, que derrocó al régimen arroyista.

Velasco Ibarra en una de sus presidencias lo nombró contralor de la Nación.

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Durante su actividad periodística colaboró como columnista en El Comercio (1980) y EL UNIVERSO (1987). Siempre manifestó respeto por la muerte, que lo visitó mientras dormía el 20 de julio del 2003.

Su obra
Aunque no tuvo una prolífica producción, la obra del lojano se clasifica en novela, cuento, ensayo y trabajo periodístico.

Su primera novela, Banca, la escribió en 1938. Es de carácter autobiográfico y describe los años juveniles de Andrés Peña (álter ego del autor) y su vida estudiantil. Reflexiona sobre el tiempo perdido pero recuperado por la memoria. Mantiene su vigencia por tratar un tema tan actual como el referente a las vivencias escolares.

El estilo de Rojas es sencillo y lleno de fino humor, que no cae en lo vulgar. En 1949 escribió su obra más lograda y conocida, El éxodo de Yangana, novela de tintes épicos que narra el conflicto de tierras en una población alejada de los grandes centros urbanos, explotada por los gamonales que ante la complicidad criminal de las autoridades locales, toman la justicia en sus manos, abandonando posteriormente el pueblo por temor a la represión estatal y buscando la tierra prometida en la región oriental.

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Esta obra rinde un homenaje a Fuenteovejuna, de Lope de Vega. En España fue censurada por el Gobierno fascista de Francisco Franco por considerarla subversiva, por lo que la editorial Losada no pudo comercializarla en ese país.

En 1946 presentó con la Casa de la Cultura Ecuatoriana el volumen de cuentos Un idilio bobo, el cuento del mismo nombre recupera al personaje de Andrés Peña, que mantiene una correspondencia amorosa con una gringa a la cual ni siquiera conoce.

En 1948 publicó en la colección Tierra Firme del Fondo de Cultura Económica de México, La novela ecuatoriana, un ensayo sobre este género literario en nuestro país desde 1830 hasta 1945.

En 1983 publicaría su ultima novela, Curipamba, cuya temática consiste en la explotación del hombre en las actividades mineras. El pensamiento y la obra de Rojitas se mantienen vigentes, sus novelas, cuentos y artículos de opinión son ejemplos de enseñanza.

“La novela me parece que es una composición de estirpe inmortal, que mientras el hombre exista podrá la novela tener muchas formas”.

“No me quejo de la forma como he podido vivir, pero creo que la vida hubiera podido ser más amable”.

ÁNGEL F. ROJAS