Cuando tenía 20 años de edad, como todo pillareño, Ángel Gabriel Velasco Esparza  sintió el deseo de participar en las comparsas de la Diablada, que llegan danzando cada año del 1 de enero hasta el 6 desde las comunidades hasta el parque Central de este cantón.

Pero Velasco quiso salir con la careta de diablo confeccionada con sus propias manos y por ello decidió elaborarse una. “Me salió tan bien que ahí mismo (en la comunidad de Tunquipamba), antes de bailar, ya tuve un pedido”.

Recuerda que la afición de bailar y ser parte de la fiesta de la Diablada Pillareña lo llevó a confeccionar ese atuendo, en el que no utilizó un molde sino una pelota, lo que sumado a su imaginación le permitió darle forma a la cara del diablo.

Publicidad

Al año siguiente hizo cuatro caretas más y de a poco se hizo popular entre “los diablos” y así  aumentaron los pedidos.

Ahora, a sus 54 años de edad,  en las paredes de su pequeño taller cuelgan alrededor de 50 caretas, ninguna se repite. Dice que es una especie de figurín que posee para que los clientes escojan el modelo que desean se les confeccione para las comparsas.

Pero también llegan aquellos que piden algo nuevo, “entonces toca imaginarse algo. Hacer varios bocetos hasta que salga el modelo que quiere el diablo toma hasta dos semanas”.

Publicidad

Los materiales que utiliza para la confección de las caretas son: papel periódico y fundas de azúcar, pega, alambre, cachos de chivo, pero advierte que es mejor usar los de venado, para darle más vistosidad, pero que es difícil de encontrar y si se encuentra es a $ 50.

Confiesa que las caretas las vende a $ 120 las más caras, aunque hay una que está por terminar en este año en la que se introduce toda la cabeza, que tiene más de 60 cachos y por la que le ofrecen $ 200, pero que también hay de $ 30.

Publicidad

“Mientras más cachos tiene,  el costo es mayor porque es más complicado elaborarla”, añade.

Para satisfacer a los turistas que llegan en cualquier época del año, pero que quieren llevarse un recuerdo de esta festividad tungurahuense, elabora máscaras más pequeñas que cuestan entre $ 5 y $ 10.

El historiador Pedro Reino indica que el soporte fundamental de la fiesta también está en la confección de sus máscaras, “que no son cualquier cosa porque son confeccionadas con una convicción psicológica de congelar un expresionismo en los gestos, que pueden surgir de los habitantes del infierno”, añade.

Patrimonio
En este año se declaró como Patrimonio Cultural Inmaterial de Santiago de Píllaro a esta festividad, que es una manifestación cultural de principios del siglo pasado.

Publicidad

Protesta
Según el historiador Pedro Reino, los pueblos indígenas se disfrazaban de diablos para expresar su malestar contra la opresión española.