Escuché a Hernán Pérez Loose en una conferencia referirse a la Ley de Comunicación. Además de abordar los ya revisados aspectos legales y políticos, incorporó una discusión sobre la veracidad, la verdad y la sanción. Él reflexionaba sobre lo que significa la creación de un Consejo de Comunicación e Información que regule y sancione sobre lo veraz.
La Real Academia de la Lengua define veraz como un adjetivo asociado al que dice, usa o profesa siempre la verdad. Y ahí viene el tema de la discusión. ¿Puede alguien exigir, regular y sancionar sobre la verdad? ¿Podemos llegar a un consenso sobre qué es la verdad? Discutir esto podría parecer por ahora un asunto metafísico poco relevante.
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Sin embargo, en el contexto, cuando, entre otras cosas, se trata de imponer un modelo de verdad sobre cómo deben ser las universidades y la educación, no parece tan descabellado pensar que la Ley de Comunicación pudiera estar sujeta a interpretaciones que pretendan articular y radicalizar un modelo de verdad.
Es decir, monopolizar el discurso que da paso a la construcción social de la realidad.
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El filósofo Rafael Echeverría dice que la verdad no es más que la pretensión de que las cosas son como decimos que son, empoderando al lenguaje como lo que constituye lo social, incluso afirma que todo fenómeno social es un fenómeno lingüístico. De ahí que hablar del control de la información, de los temas y enfoques, es más que referirse a noticias, cadenas y eslóganes, hablar de los argumentos que pretenden fundar una visión de la realidad, por lo tanto, una conducción simbólica para marcar la verdad.
Los medios de comunicación no están ausentes de este juego, cada uno de ellos ha decidido agendar una mirada que dé paso a su versión de la verdad, o de lo que más le convenga como modelo de realidad. Está claro que no habrá nunca un consenso. Nunca lo ha habido.
Humberto Maturana, biólogo y estudioso de la comunicación, manifiesta que es imposible hacer referencia a una realidad independiente de uno mismo, por lo que plantea la tesis de un multiverso, que a diferencia de la visión de un universo –adonde hay una realidad (objetiva) y muchos observadores alrededor de ella–, propone la existencia de una realidad por cada uno de los observadores.
Esta concepción legitima a cada individuo o grupo frente a su mirada sobre el mundo, eliminando la posibilidad de la negación del otro por no estar de acuerdo, y abre el espacio del respeto a la diversidad, a la libertad de pensar diferente.
La única manera de convivir en este escenario es a partir del respeto y los consensos, jamás de amenazas, jamás de castigos, jamás de imposiciones.
La creación de un Consejo de Comunicación e Información que regule y sancione sobre lo veraz, propone de facto que existe una verdad aceptable y otras posturas sansionables.
Jerarquiza la relación. Disminuye al otro y se impone violentamente sin respeto a la pluralidad, sin la posibilidad de ver diversas miradas.
Plantea nuevamente una confrontación entre los que tienen la razón y los que no la tienen. ¿Puede alguien comprobar que tiene la razón? Dependiendo de dónde se cuente la historia, todos tienen la verdad.
Entonces, más que trabajar en la represión, habría que trabajar en acuerdos, en consensos, en abrir posibilidades que confluyan a partir del respeto y la aceptación, a partir de una propuesta común de un proyecto Ecuador a largo plazo, donde cada actor aporte desde su espacio.
Eso significaría dejar de agredirse mutuamente, de descalificarse, de negarse. Aunque eso sí parece una misión metafísica más compleja que encontrar un significado para la verdad.
Detalles
Para informarse más sobre realidad/verdad y televisión: Rafael Echeverría, Ontología del lenguaje, Dolmen Ediciones. Humberto Maturana, Emociones y lenguaje en educación y política, Hachette Comunicación.
Para revisar la Ley de Comunicación: asambleanacional.gov.ec.
Frase del día: “El mundo es lo que es y no lo que un hijo de... llamado Einstein dice que es”. Nicanor Parra.