Se extiende por Guayaquil como ola cultural una modalidad distinta en presentaciones musicales. Ya no son solamente pequeñas bandas haciendo covers, ahora se trata de montar un espectáculo grande, con vocalistas de ambos sexos, coristas y a veces bailarinas para, en extensos programas, acercarse más a Broadway que a los bares de la zona rosa.
El Teatro Centro de Arte, orgullo de Guayaquil, es cuna y laboratorio para este renacimiento artístico utilizando no solamente el experimental sino cada vez más el teatro principal al presentar talento nacional de primera.
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Y así Backtrack con Iván Ampuero en guitarra, un competente Eduardo Nácer en batería, José Luis Gardella en teclados, Gabriel Moreano en bajo, Javier Vera en percusión, un virtuoso Santiago Estrada en primera guitarra, y el protagonismo constante de sus vocalistas Fernando Andrade y Rochi Vernaza dieron un show musical y visualmente espectacular.
Cuando ocurre el “hecho artístico” y se establece esa conexión mágica, el público se pone de pie sin necesidad de ser convocado. Y así fue en el teatro principal que eufórico celebró el repaso al pop-rock melódico de los ochenta y noventa que Backtrack le ofreció solamente pausando en el intermedio.
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Hicieron la música de Simply Red, Durán Durán, Def Leppard, pero también la de Paúl Simon y Phil Collins y así como prescindieron de percusión en Hysteria mostrando criterio musical, las congas se escucharon cuando fue apropiado, confirmando que no estaban de adorno como tantas veces ocurre.
La segunda parte del show levantó a las peladas de sus asientos de entrada, en gran medida por los teclados, y por la excelente actuación de Fernando Andrade mostrando el timbre exacto para un pop melódico que sostiene y vibra con gran conocimiento de causa. La Rochi Vernaza, gran favorita del público, estuvo en su mejor momento con Sweet Dreams de Eurythmics, pero seguimos esperando a la gran cantante de jazz, solista por excelencia.
Santiago Estrada muy cool, tocando inmóvil a un costado del escenario al estilo Clapton estuvo exacto y rápido incluso con ambas manos en el cuello de la guitarra.
Pero fue la escenificación de Thriller con tres bailarinas y un bailarín masculino de gran desempeño, girando aun mejor que Jackson, lo que provocó el delirio de un público transportado al Broadway de Danzas Jazz por su coreógrafa Patricia Salem y cuatro bailarines que fueron un elemento mágico dentro de la presentación.