La primera vez que Julia Shearson montó su bicicleta después de convertirse al islamismo hace siete años, su pañoleta se atoró en la rueda. Perdió el equilibrio y para cuando estaba en marcha de nuevo se topó con las miradas mientras pasaba, con los brazos y piernas envueltos en prendas sueltas, y su pañoleta ondeando al viento.
“Se tienen que superar las miradas”, dijo Shearson, de 43 años y directora ejecutiva del capítulo de Cleveland, Ohio, del Consejo sobre Relaciones Islámico-estadounidenses. “Ya es bastante difícil hacer ejercicio, y si una luce diferente es incluso más difícil”.
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Como musulmana en Estados Unidos, Shearson ha encontrado difícil permanecer en forma mientras se apega a los principios religiosos sobre la modestia. El islamismo no restringe que las mujeres hagan ejercicio –de hecho a todos los musulmanes se les insta a cuidar sus cuerpos a través de la comida sana y el ejercicio– pero las mujeres enfrentan un conjunto especial de desafíos en una cultura de gimnasios para los dos sexos y prendas de ejercicio reveladoras.
Muchas musulmanas piadosas en Estados Unidos, como Shearson, usan hijab en público, prendas sueltas que cubren su cabello y cuerpo, las cuales pueden entorpecer el movimiento y añadir incomodidad durante el ejercicio. Las mujeres podrían mostrar su cabello, brazos y piernas hasta las rodillas frente a otras mujeres.
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Las musulmanas a menudo se ven limitadas en sus opciones de actividad, también. Algunas creen que ciertos cánticos de yoga, por ejemplo, están prohibidos, así como ciertas poses de salutación al sol (se supone que los musulmanes solo adoran a Alá). Por el bien de la modestia, ejercitarse alrededor de hombres es desalentado.
Esa modestia puede ser un beneficio y una desventaja. Por un lado, las mujeres musulmanas se salvan de algunos de los problemas de imagen corporal que otras mujeres enfrentan; por el otro, esa libertad puede ser un detrimento para su bienestar físico.
“No tenemos la motivación externa que tienen las mujeres no musulmanas”, dijo Mubarakha Ibrahim, de 33 años, entrenadora personal certificada y dueña de Balance Fitness en New Haven, Connecticut, un estudio de acondicionamiento personal que atiende a mujeres. “No hay un vestidito negro ni traje de baño que deba quedar bien. Cuando una pasa frente a un espejo o cristal, no se está mirando para ver si ¿Estoy metiendo el abdomen? ¿Me veo bien en estos jeans? Una se ve para constatar que está cubierta”.
Después de ganar 23 kilos durante el embarazo de su primer hijo, Ibrahim estudió ejercicio y nutrición, y se certificó a través de la Asociación de Aeróbicos y Acondicionamiento de Estados Unidos. En el 2006 abrió su estudio, que ofrece un ambiente seguro para que las mujeres se ejerciten. Ibrahim dijo que le gustaría ver que el ejercicio se vuelva una parte tan natural de la vida de una mujer musulmana como orar.
En julio, unas 120 mujeres de todo el país asistieron a la tercera Cumbre Anual de Salud y Acondicionamiento Fit Muslimah en New Haven. Ofreció yoga, kickboxing, aeróbicos acuáticos y clases de acondicionamiento junto con talleres sobre pérdida de peso, nutrición, prevención del cáncer y la diabetes en el acontecimiento de dos días solo para mujeres. Planea celebrar otro en Atlanta, Georgia, en febrero.
“Una parte importante de tu espiritualidad es tu salud”, dijo Tayyibah Taylor, editora de Azizah, una revista para mujeres musulmanas, y copatrocinadora de la reunión cumbre. “Realmente uno no puede considerarse con buena salud si todas las partes de tu ser no están sanas: cuerpo, mente y alma. Es un paquete completo”.
“La oración musulmana es la oración más física: el sentarse, hacer una reverencia, inclinarse”, manifestó Daisy Khan, directora ejecutiva de la Sociedad Americana para el Avance Musulmán. “El aspecto físico de nuestra oración nos obliga a crear flexibilidad en nuestro cuerpo”.
Pero ¿cómo mezclar las necesidades físicas y espirituales de uno con el aspecto práctico? Algunas musulmanas estadounidenses acuden a gimnasios solo para mujeres como Curves, que tiene miles de sucursales en todo el país. Y algunos gimnasios ofrecen áreas, horarios o días separados por género.
Otras mujeres, como Umm Sahir Ameer, estudiante de 27 años de Shaker Heights, Ohio, toman las cosas en sus propias manos. El año pasado, Ameer inició el Grupo de Carrera-Caminata Esfuerzo Musulmán para que ella y otras 12 amigas pudieran ejercitarse juntas. “Quise establecer este grupo como una forma de unir más a las mujeres musulmanas en mi comunidad mientras conseguía resistencia física”, dijo.
Quienes se ejercitan en gimnasios para ambos sexos han aprendido a hacer adecuaciones en su ropa. Loretta Riggs, de 40 años y entrenadora educativa en Pittsburgh, Pensilvania, empezó a ejercitarse hace dos años después de divorciarse de su esposo. Usa una pañoleta hecha de spandex, playeras de manga larga Under Armour y pants Adidas o Puma.
“Algunas mujeres piensan que uno no debería ejercitarse en un gimnasio mixto”, dijo, “pero yo estoy rodeada de hombres todo el tiempo en mi lugar de trabajo, cuando llevo a mis hijos al parque, cuando camino por las calles”.
Añadió: “¿Por qué debería privarme de estar sana, porque soy musulmana y elijo cubrirme? Es muy importante cuidarse uno mismo”. Mariam Abdelgawad, de 21 años y maestra de matemáticas en San José, California, dijo que en la preparatoria ella jugaba hockey, soccer y practicaba atletismo, todo usando el hijab.
Pero hoy se ejercita en casa, ya que no hay gimnasios solo para mujeres en su vecindario. Sus padres, con quienes vive, tienen una caminadora, una máquina elíptica y equipo de pilates, así como pesas. Ella se ejercita tres veces a la semana, pero dijo que extrañaba la camaradería del gimnasio.
Aunque el ejercitarse en casa es conveniente, dijo, también es muy fácil postergarlo y no hacerlo. “No tengo todas las opciones que un gimnasio tendría”, dijo. Nadar también representa problemas. Aunque las mujeres musulmanas han sido conocidas por saltar al agua en su ropa de calle, esto puede ser incómodo para ejercitarse. El burkini –un atuendo de una pieza que se asemeja a un traje de buceo– ha recibido mucha atención en los últimos meses (principalmente en Francia, donde a una joven se le prohibió usar uno en una piscina), pero tiende a ser demasiado ajustado para algunas mujeres.
“Lo intenté una vez, y se pega al cuerpo”, dijo Marwa Abdelhaleem, una maestra de 26 años en Toronto que empezó un grupo de natación solo de mujeres para evitar la cuestión del burkini. “Realmente se ajusta. No lo usaría en público”. Ibrahim, sin embargo, está más enfocada a lo privado.
“Una de las ideas que promuevo es que cuando estás casada y te quitas la ropa, tu esposo no debería decir: Deberías ponerte eso otra vez”, dijo Ibrahim. “Aun cuando uses una burka, deberías tener un cuerpo digno de un bikini. Deberías sentirte cómoda y sensual en tu propia piel”.