Pedro X.Valverde Rivera
En el argot popular se dice que una persona tiene cara de piedra cuando es capaz de mentir mirando a los ojos de su víctima y discutir con supremo cinismo; cuando confrontado a verdades incuestionables, pretende confundir a quien puede y supone que sus interlocutores son unos idiotas consumados, a quienes puede engañar y envolver con facilidad.

El cara de piedra, en realidad, es un cínico de alto vuelo, un mentiroso consumado, un vendedor de humo, un encantador de serpientes.

Yo no sé si a usted le sucede lo mismo que a mí, amigo lector, pero yo siento que durante estos tres años de revolución ciudadana, hemos asistido a un curso intensivo en el arte de la mentira, del cinismo y del doble discurso.

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Con singular desfachatez, se nos habla de democracia, de libertad de expresión, de soberanía, de excelencia académica, de transparencia y de participación ciudadana, justo en momentos en que, por el contrario, el país asiste a una de sus peores jornadas en la que campea la corrupción a todo nivel, la mediocridad e improvisación académica en la función pública, la concentración de poderes por parte del poder Ejecutivo y la amenaza y agresión permanente a la libertad de expresión del pensamiento.

Vivimos tiempos en los que la verdad oficial, muy difundida con plata de todos los ecuatorianos, se nutre de videos editados con frases fuera de contexto; todo muy bien estructurado para hacer creer al televidente y radioescucha, que todo lo bueno que sucede en el Ecuador es mérito de la revolución ciudadana y que todos los males de la patria son responsabilidad directa de la partidocracia, los pelucones, la prensa corrupta y, ahora, hasta de la madre naturaleza.

Digo lo de la madre naturaleza, a propósito de la crisis energética que vivimos los ecuatorianos en estos días.

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Porque en cualquier gobierno medianamente responsable, el Ministro de Energía habría cesado en sus funciones de inmediato; en cualquier país con un aceptable estándar democrático, ese ministro debería prepararse para un juicio político, sin perjuicio de las cuantiosas demandas indemnizatorias que el Estado debería afrontar por los perjuicios causados por la negligencia y falta de previsión en el manejo de esta crisis.

Sin embargo, asistimos a una campaña mediática oficial que sistemáticamente pretende confundirnos, no porque los gobiernos anteriores no sean, en su real medida y dimensión, responsables de la crisis que vive hoy el Ecuador; sino porque en este momento, lo que nos interesa saber es qué no hizo este gobierno, para evitar los racionamientos de energía que tanta desgracia y pobreza están causando, como siempre, a los más desposeídos de la patria.

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Nos parece muy bien que el actual Gobierno haya puesto en marcha nuevos proyectos de generación hidroeléctrica; pero la responsabilidad de gobernar demanda decisiones inmediatas ante previsibles emergencias; y en este caso, la inacción gubernamental es la causante directa de los racionamientos.

¿Por qué no trajeron hace un mes las barcazas que hoy con bombos y platillos se anuncian en las cadenas televisivas del Gobierno; por qué la compra de energía al Perú no se coordinó antes de que la central de Paute esté al borde del colapso?

¿Será que más pesó el cálculo político por el deterioro de la popularidad del Presidente que estas medidas causarían, que la responsabilidad de pensar de verdad en la patria y tomar las decisiones correctas, por impopulares que fueren?

Al que le caiga el guante, que se lo chante, señores caras de piedra.

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