Son los hijos de la rumba callejera y el flamenco políglota. Música con alma gitana. La agrupación Ojos de Brujo, que en marzo pasado realizó el lanzamiento de su cuarto disco Aocaná (Ahora, en caló,  lengua de los gitanos), grabado por la disquera Warner Music.

Que Aocaná es un álbum más profesional que los anteriores, coinciden sus ocho integrantes, en cuanto al nivel alcanzado en su particular fusión del flamenco y la rumba con el hip hop, la música electrónica, el reggae, el  funk y hasta los sonidos    indios; ritmos que parecerían difíciles de juntar, pero que ellos lograron  con una pulida estética.

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El disco tuvo la colaboración de  diferentes músicos como Tote King, Los Van Van, Chano Domínguez, Kumar, Duquende y Ramamani con Karnataka College of Percussion (India).

El grupo Ojos de Brujo se inició en 1996 en la ciudad de Barcelona, España, como un proyecto de investigación musical a manera de jam sessions (improvisaciones),  para  encontrar puntos en común entre el flamenco y otras músicas, en el que participaron artistas provenientes de distintos estilos; que luego se estabilizó con Ramón Giménez (guitarra), Xavi Turull (percusión) y DJ Panko.

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De esos encuentros surgió Vengue (1999) –significa duende en caló– producción que obtuvo muy buenas críticas y vendió cuarenta mil copias, pero resultó afectada por las restricciones impuestas por su casa disquera Edel. De este disco sobresale uno de sus hits,  Na’ en la nevera y Tahita, su primer video que ofrece danza flamenca y pasos de breakdance.

En ese momento, cuando los Ojos de Brujo abandonaron la disquera y tomaron la decisión de autogestionarse, llegó Marina la Canillas Abad, la voz principal. Su tono vocal impulsó al grupo a tener una base más flamenca y su aporte en la composición de las letras entre protestas y callejeras, definió el camino a seguir.

Se unieron luego  Carlos Sarduy en la trompeta y saxo (de Cuba), Maxwell Wright en percusión y Javi Martín y  Paco Lomeña en las guitarras.

 La autogestión les significó a los artistas encargarse de diferentes tareas como  las relaciones públicas, finanzas, dirigir la parte creativa, entre otras, por lo que crearon su propio sello, La Fábrica de Colores. Y aunque todo ese trabajo los dejaba exhaustos, la libertad de producir su música a su manera les causaba gran satisfacción.

Produjeron el segundo disco, Barí (joya), en el 2002, con el que fueron invitados a participar en festivales de Holanda, Alemania y de gira llegaron hasta Estados Unidos, México y Colombia. Resalta el tema Quien engaña no gana,   una tonadilla oscura con frases rapeadas, que hace una crítica dura: Aunque batalle yo no quiero desafíos/ Solo máximo respeto dame lo que es mío/ No existe competición para tanta hipocresía/ Somos balseros remando hacia nuestra propia deriva.

En el 2004 recibieron el premio BBC Awards al mejor grupo de World Music en la categoría de Europa.  Obtuvieron  el Grammy Latino de Música Flamenca en el 2007, por  Techarí,  lanzado en el  2006.

De este álbum se desprende el tema Sultanas del merkaillo, que es una  rumba flamenca más rumba catalana y ritmo latino. Su letra dice:  Y es que la vida es así, la vida es así/ Cada uno vive como puede o como le dejan vivir…la riqueza de verdad no se compra ni se vende. En Corre, Lola, corre relata sobre una mujer que falleció en la indigencia. Contiene también una versión del clásico de Bob Marley, Get up Stand up. Ramón Giménez asegura que firmar con Warner es “un nuevo ejercicio de libertad”, para dejar de ser empresarios y dedicarse a lo realmente suyo.  Ellos seguirán explorando y siendo los nómadas musicales que les gusta ser.