Muchas veces, las mejores vacaciones están en la imaginación. Uno puede cerrar los ojos y soñar despierto por unos minutos. En este lapso la mente respira y el cuerpo se ilusiona entre colores, deseos y realidades alternas. Fue justamente en este lugar que mi cabeza divagó lentamente hacia un mundo paralelo, un lugar similar al nuestro donde ciertos elementos de carácter bizarro contrastan con el aquí y ahora.

Yo era el protagonista de esta pequeña historia, un fornido reportero de un diario local, con frondoso pelo azabache y lentes de marco italiano; caminaba por una sucia metrópolis con un maletín en una mano, y un vaso de morocho en la otra. De pronto veo que Rolando Panchana entra a un salón abarrotado de reporteros.

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Entre flashes, insultos y gritos de apoyo, el asambleísta se adentra en el tumulto, saliendo airoso hacia un podio donde se vuelve a explayar con motivo de la famosa Ley de la Comunicación.

Con un ímpetu acelerado y adrenalina descomunal, salto como un ciervo exaltado hacia la plataforma ocupada por Panchana. Ante la impávida mirada de los presentes, abro mi glorioso maletín donde guardo mi propia presentación.

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Ante los ojos del Ecuador presento una serie de diapositivas que muestran varias imágenes de extraños seres. Unos piensan que son entes no terrestres, monstruos mitológicos, y hasta un representante de algún partido político exclamó que se trataba del mismísimo cuco.

Lo único que se mostraba en la presentación eran las tiernas figuras de quienes se convirtieron en los mejores amigos y profesores de toda una generación: Abelardo Montoya, Beto y Enrique, Archibaldo, Bodoque, el Monstruo Come Galletas y el Conde Contar; los personajes de ‘Plaza Sésamo’.

Despertando de esta pausa imaginativa, regreso a la cruda realidad. Mientras se debate a deshora la nueva Ley de la Comunicación, y se habla sin interrupción acerca de la libertad de los medios, su democratización, sus debidas regulaciones y sus derechos, se van dejando rezagados, los deberes que tienen con la comunidad.

Revisando nuevamente la parrilla de programación de los canales ecuatorianos más importantes, ‘Plaza Sésamo’ no existe. Solo se mantiene en el psiquismo popular como un recuerdo del ayer.

Un programa que en su momento transmitió Ecuavisa y que con el paso del tiempo fue reemplazado por otras series infantiles. Pero la verdad es que este programa es más que un recuerdo desvanecido en la retina, es una escuela.

Y es que ‘Plaza Sésamo’ y su versión en inglés, ‘Sesame Street’, se han encargado de brindar un contenido envidiable en cualquier recinto educativo. Debutando a finales de 1969 en la PBS, el programa ganó adeptos rápidamente gracias a los muñecos creados por el artista Jim Henson: los Muppets.

Celebrando sus cuarenta años al aire, sigue siendo uno de los programas educativos para niños más vistos en todo el mundo. Se ha emitido en más de ciento veinte países y veinticinco distintas versiones han sido creadas para distintos mercados.

Actualmente, muchos de los programas emitidos hacia este grupo quizá no representan alguna amenaza inminente, pero eso no quiere decir que están ofreciendo algún tipo de contenido pedagógico para un correcto desarrollo emocional y de aprendizaje.

Así como se habla hasta el cansancio de que cada canal de televisión deberá tener una especie de entidad que reciba las quejas de los televidentes para así reportar y mejorar los desaciertos y reclamos de estos, se debería aprovechar esta supuesta propuesta histórica para crear un organismo que regule la programación infantil.

Esta organización no deberá de ser creada para repicar como loro hambriento acerca de los peligros de ‘Los Simpson’, sino de la oferta de programas infantiles en la actualidad y qué tipo de opciones existen en el mercado.

Teleamazonas y Ecuador TV manejan contenidos aceptables que pueden convertirse en un punto de partida para el futuro de una televisión donde no solo se defiendan los derechos de los niños, sino de una educación temprana y saludable. ¿Estoy soñando despierto nuevamente?.