“Hay una cierta cantidad de interacción que se necesita cuando uno tiene una marca”, dijo Ashley Olsen. “Nosotras solo queríamos funcionar más detrás de bastidores”.
Era una bochornosa tarde de agosto, Olsen y su hermana Mary-Kate visitaban la oficina de producción de The Row, su marca de moda, creada hace dos años, en West 39° Street. Las Olsen, pese a ser mujeres ricas, evidentemente han elegido no gastar dinero en la decoración. Los muebles están mellados, las ventanas manchadas de suciedad y los cinco empleados que comparten la oficina de dos habitaciones tienen que eludir un montón de rollos de tela.
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Al menos una planta tropical en uno de los escritorios ofrecía un punto brillante de vitalidad. “Es falsa”, dijo Ashley.
Su hermana, la más soñadora de las dos, miró la planta artificial y señaló en un tono de creciente ligereza. “La mesa se cayó el otro día y la maceta no se rompió, yo me sentí tan mortificada e impresionada”.
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Esta parece ser la respuesta clásica de las hermanas Olsen también. Leer los blogs dedicados a ellas es sentir una incomodidad con el hecho de lo que son las Olsen: su pequeñez física (“los duendecillos millonarios mágicos”, como les llama un sitio) y, por supuesto, su estilo caprichoso (“mal aliento y cabello sucio”, por citar a otro). Muy pocas celebridades son tan fascinantes o atractivas que se las ingenian para metérsenos bajo la piel como lo han hecho Mary-Kate y Ashley Olsen, y pudiera ser porque son gemelas. Sin embargo, su éxito en un campo tan competitivo como la moda es imposible de negar.
Las Olsen, que tienen 23 años, han tenido éxito con dos marcas diferentes simultáneamente –The Row y Elizabeth and James– sin entrenamiento formal en diseño.
Elizabeth and James (que lleva los nombres de dos hermanos Olsen) es producido bajo una licencia con LKoral Industries, un fabricante de ropa de mezclilla y deportiva contemporánea, y se vende en 300 tiendas, según su presidenta, Jane Siskin. La marca espera duplicar sus ventas este año.
The Row es realmente idea de Ashley, aunque las hermanas comparten responsabilidades. Hace casi cuatro años, mientras era estudiante en la Universidad de Nueva York y eludía a los paparazzi contratados para seguirlas a ella y a su hermana a todas partes, Ashley se puso como meta el crear, en su opinión, la playera perfecta. Ese fue el concepto detrás de The Row: prendas hermosas pero prácticas, cuyo ajuste y textura lujosos (playeras de cachemir puro, mallones de cuero elástico) tuvieran significado privado para las personas que las usaran.
La mayoría de los buenos diseñadores enloquecen con el ajuste, y los consumidores de moda leales toman decisiones sobre esa base, pero las Olsen veían el ajuste como una especie de sensibilidad implacablemente moderna. Su modesto saco negro, por ejemplo, tiene una sisa alta porque a las Olsen les gustaba la forma en que ajustaban los sacos de alta costura de Paris, con sisas altas y mangas estrechas que hacen lucir los brazos más delgados y más largos. Al ser pequeñas, de alrededor de 1,52 metros de estatura, siempre han tenido presente la proporción.
Aun cuando hace cuatro o cinco años Mary-Kate y Ashley eran los nombres más conocidos en las prendas para preadolescentes, gracias a un acuerdo con Wal-Mart, hoy son prácticamente estetas (entendidas en estética).
Como The Row está superando el desempeño de muchas marcas mejor conocidas, los minoristas acosados no pueden evitar hablar efusivamente de las Olsen. La compañía espera que las ventas anuales sean 30% más altas que el año pasado, y Ashley dijo que la línea, que recientemente añadió prendas para hombres, logrará cubrir gastos este año. Las ventas totales de la compañía se estiman en 10 millones de dólares, dicen funcionarios de la empresa.
“Para entrar en la arena de las prendas de diseñador y crear algo, eso es importante”, dijo Jim Gold, el director ejecutivo de Bergdorf Goodman, que vende la marca de las Olsen. “Pienso que la forma de pensar respecto a The Row es que ofrece la prenda perfecta: el saco escolar, los mallones de cuero y el chaquetón perfectos. Tantos diseñadores se dedican de lleno a la próxima gran tendencia que se descuidan algunas prendas básicas”.
“Perfecto” fue también la palabra que Julie Gilhart, directora de moda de Barneys New York, usó para describir la irrupción oportuna de las Olsen. Señaló que incluso antes de que la recesión forzara un cambio en los hábitos de gasto, cada vez más mujeres estaban buscando piezas de alta calidad que no pasaran de moda. (Por esa razón, Barneys y otras tiendas generalmente no ponen a The Row en oferta. Los precios van de alrededor de $ 200 por algunas de las playeras a $ 3.000 por los abrigos, y el saco de más venta en Bergdorfs está en 1.150 dólares).
“No pienso que a alguien realmente le importe que sea la colección de Mary-Kate y Ashley”, dijo Gilhart. “Las están comprando porque les gustan”. Quizás, pero no se puede evitar preguntarse cómo esta particular historia de éxito en la moda fue escrita por dos ex estrellas infantiles, y no por un diseñador con años de experiencia. Y tal vez esa sea la explicación: Las hermanas Olsen no parecen reconocer las barreras convencionales para el éxito, empezando con su nombre famoso. Después de todo, desligaron sus nombres de la marca.
Y aunque Ashley, la hermana alfa, llegó a la reunión en la oficina de producción vestida con una camisa de cachemir a cuadros de la línea de otoño de The Row y una minifalda negra, no puede decirse que la marca refleje el estilo azaroso de las Olsen; en ocasiones, quizás poco caritativamente, llamado elegancia de contenedor. Mary-Kate, con las cejas decoloradas, vestía una falda de piel negra con una playera estampada de manga larga.
“Nuestros clientes tienen entre 35 y 60 años”, dijo Ashley. “Sí, yo uso muchas prendas porque son básicas. Es ese diseño sin edad en lo que tratamos de enfocarnos, pero no está definido por una de nosotras”.