A una cuadra de llegar a su casa, en la ciudadela Alborada, un vehículo Chevrolet Corsa blanco le cerró bruscamente el paso. “Si colaboras, no te va a pasar nada... Agacha la cabeza y cierra los ojos”, le dijo, apuntándole  a la sien con un revólver, uno de los dos delincuentes al subirse al taxi en el que iba Patricia, una profesional de 41 años.