“Hemos sabido que los perfumes evocan una respuesta conductual desde que los antiguos egipcios los usaban como un atractivo sensual, algo más precioso que el oro”, dijo Marilyn Miglin, fundadora de una compañía de belleza epónima, que tiene su sede en Chicago.

Para crear su primera fragancia, ella viajó a Egipto en los años setenta con un grupo de egiptólogos de la Universidad de Chicago. “Tan pronto como entré en la sala de un templo que albergaba el perfume  conocí el poder de la fragancia”, anotó Miglin y agregó que “los ladrones de tumbas quizá hayan saqueado el contenido, pero después de 5.000 años  las botellas seguían ahí, y aún despedían aroma”.

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Tras su viaje, trabajó con un perfumista italiano para crear una fragancia  llamada Pheromones, la cual, pese a su nombre, no incluyen los mensajeros químicos quijotescos. Pero, manifestó Miglin, “la tecnología está aquí ahora”.

En su nueva fragancia –Sixth Sense, que mezcla los aromas de la mandarina, el  jazmín y el sándalo–  usa una síntesis de feromonas que duplica una mezcla de androstadienona, que ha demostrado tener un efecto sobre el estado de ánimo y las conductas de cortejo en un estudio en la Universidad de Chicago en el 2001. “En el último de los casos, usar una fragancia realzada con feromonas da pie a una deliciosa conversación en una fiesta de coctel”.