Hoy arranca el tercer ciclo de cine Maestros del rock, orientado hacia el público hispano-parlante. La primera entrega, que se proyecta a las 19:30, en la Casa de la Cultura del Guayas, nos muestra al maestro del rock argentino, Charly García, en total dominio de sus legendarias facultades musicales.
Piano Bar empieza con la admonición de Charly: “Estamos filmando”, aumentando la expectativa en el Luna Park de Buenos Aires, que en 1984 también estaba en todo su apogeo, incluso para grandes veladas de boxeo. Vemos a un Charly García relajado, ágil, en buenas condiciones, difícil de reconciliar con el problemático energúmeno en el que se convirtió, condición de la cual parece haberse recuperado luego de un extenso programa de rehabilitación.
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Quizá Bancate ese defecto al comienzo sea musicalmente la joya del recital con Charly en teclados y cantando un jazz-rock de gran energía y bellísima melodía que justifica el calificativo de Genio que la crítica le adscribe hace tiempo. No hay rockeros que combinen tanta elegancia con tanto ritmo. Vestido de blanco toca Nuevos trapos no sin antes comentar: “Si pusieran la bandera argentina en Bahamas no serían nuestras”, cuando apenas había concluido la guerra de Las Malvinas, con música de un rock más convencional. Ojos de videotape inicia varios temas lentos que ponen en evidencia una suerte de narrativa surrealista como en Necesito y Rasguña las paredes, con una lámpara encendida sobre los teclados simulando una intimidad doméstica. Con el rugido eufórico del público al fondo, Charly se muestra muy hábil para comunicarse con la gente. Vocalizando con varias voces, incluso hablando e incursionando en varios géneros musicales desde el jazz-rock hasta su peculiar concepto de la balada-rock, contrasta sonidos y letra. Como presagiando su vida canta Ya no quiero volverme tan loco, es quizás la canción mejor compuesta de la noche. Este filme es la prueba fidedigna del asombroso talento de Charly.