La actriz estadounidense Geraldine Chaplin vuelve al cine de terror en Imago Mortis, una cinta en la que trabaja junto a su hija Oona, a quien aconseja que aprenda a saber recibir rechazos y más hoy, cuando las pruebas de selección son “ferias de ganado que se desarrollan como en un burdel”.

La hija del legendario Charles Chaplin, que está en España para presentar Imago Mortis, del italiano Stefano Bessoni, cree que lo principal en su profesión no es actuar, sino no perder la sensibilidad, especialmente para afrontar las pruebas. “Son terroríficas, en mi época se pedía dar muestras de talento, pero ahora todo entra por el ojo, no se dan oportunidades”, expresa la actriz, de 64 años.

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Chaplin dice estar muy cómoda en el género de terror: “Me he convencido de que es un paso, antes interpretaba a abuelitas y el paso natural es el terror, porque ya no soy solo una vieja, sino también terrorífica”. La actriz se embarcó en Imago Mortis, coproducida por Italia, España y Alemania, sin saber que participaba su hija Oona, quien asegura que su madre es una persona muy pequeñita con una energía como un océano.

Ambas han viajado al universo fantástico de Stefano Bessoni, quien define Imago Mortis como “una fábula gótica con tintes de terror”, en la que el principal objetivo ha sido recrear un mundo obsesionado por la imagen y no “asustar al espectador”.

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La cinta recrea una escuela de cine ficticia llamada Murnau en la que Bruno, interpretado por el español Alberto Amarilla, descubre los experimentos de un científico del siglo XVII llamado Fumagalli, inventor de la tanatografía: la reproducción en un soporte de la última imagen fijada en la retina de una víctima.