“Los médicos no tratan pacientes, sino las enfermedades. Los pacientes son un obstáculo: mienten siempre y nos hacen más difícil nuestro trabajo”.  Esa es la premisa del polémico Dr. Gregory House, un tipo de aspecto descuidado, con barba de tres días, camisa arrugada, que rompe con cualquier imagen políticamente correcta de los médicos y que se ha transformado en uno de los personajes más vistos en Estados Unidos y el mundo.

Esta serie, estrenada por Fox y que hoy podemos ver por Warner Channel,  va ya en su quinta temporada y trata de un doctor brillante que junto a su equipo buscan explicaciones a enigmáticos casos clínicos que llegan al ficticio Hospital Universitario Princeton-Plainsboro de Nueva Jersey.

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Dicho así, suena como uno más de los programas hospitalarios que hemos visto en televisión, pero lo cierto es que esta producción, que fue diseñada como un drama médico, parece más una combinación de un programa de detectives con una comedia de humor negro. Algo así como CSI mezclado con Family Guy.

House, interpretado por el actor inglés Hugh Laurie, es un ser que tiene antipatía hacia la especie humana, representada especialmente en una marcada aversión a tratar a los pacientes; además, es adicto a la Vicodina, que usa para controlar el dolor que sufre derivado de un infarto en el músculo de una pierna, cosa que lo obliga a caminar con bastón. Como galeno, está especializado en enfermedades infecciosas y nefrología (función renal), su función es dirigir el departamento de diagnóstico médico del hospital.

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Este peculiar personaje, inspirado en Sherlock Holmes, se caracteriza entre sus colegas por utilizar métodos poco ortodoxos para diagnosticar enfermedades, aplicando una racionalidad incondicional que lo llevará a tener una serie de conflictos con sus compañeros y pacientes. Si bien la estructura dramática nos presenta un tratamiento muy interesante en el proceso de examinar síntomas, inferir, descubrir y diagnosticar enfermedades al más puro estilo detectivesco, lo que hace imperdible a la serie es la actitud y afilada lengua de este particular doctor, su ácido sentido del humor y unos diálogos impecablemente trabajados han hecho que existan decenas de páginas en internet destinadas solo a recoger y compilar sus “frases célebres”.

Por otra parte, tratando de investigar qué opinaban los doctores sobre esta serie, encontré un archivo donde un médico se aventura a diagnosticar a House con su propio método. Dice: “Podríamos escribir en la pizarra del Dr. House sus propios síntomas: despersonalización, indiferencia emocional, aislamiento, cinismo, distanciamiento emocional con los pacientes, adicción a fármacos e imposibilidad de sostener relaciones personales afectivas”.

Aplicando sobre ellos su propia medicina –el razonamiento abductivo– obtendremos el diagnóstico del síndrome de Burnout, que es un estado de agotamiento emocional, físico y mental grave en el que la persona se derrumba a causa del cansancio psíquico o estrés que surge de la interacción social y ante una rutina laboral.

Curiosamente, hay estadísticas que afirman que esta condición que nos produce mucha gracia en la serie, que parece algo rebuscado y anormal, estaría afectando ya a la mitad de la población, manifestándose como la fase más avanzada del estrés profesional. Así que los invito a que vean la serie, la disfruten y descubran si ustedes mismos se ven representados en las cínicas y sarcásticas reacciones del   enigmático Dr. House.  Warner Channel,  jueves, 21:00; repeticiones: lunes y viernes, 20:00.

Frases del  Dr.  House
House animando a un paciente paralítico: “La vida es un asco y la suya es peor que otras. Aunque las hay peores, lo cual también es deprimente”.

House a un paciente sorprendido porque le ha dado unas pastillas sexualmente estimulantes: “¿Por qué no? Si la diabetes le ha afectado al corazón, morirá; si no, sábado sabadete…”.

Un médico dice que si la enfermedad que sufre un niño sigue evolucionando quedará paralítico: “¡Qué horror! Menos mal que solo vivirá una semana”.

Los padres de un paciente se enfadan porque les ha hecho venir diciendo que su hijo había muerto: “Fue una mentira piadosa; créanme, pronto morirá. Además, les he ahorrado el atasco de las doce”.

Después de anunciar a una paciente que tiene un tumor de 12 kilos: “Alégrese, es el récord de la clínica”.