Un hincha con cáncer terminal lo paró en la calle para agradecerle por el juego de Huracán. “No sé si llegaré a verlo campeón, pero me hace bien”, le confesó. Hace lagrimear a los más veteranos y las señoras mayores le dan besos afectuosos en la mejilla. Los chicos lo rodean, las chicas le piden autógrafos, los taxistas aflojan su marcha, le gritan un “¡Grande, Ángel…!” y siguen, luego, más felices. Nadie le quiere cobrar el café. Incluso le hizo ganar a Carlos Babington, aquel lord de la zurda que se gambeteaba hasta los guardias del Palacio de Buckingham, la presidencia de Huracán con el 75% de los votos.
Le pasan cosas inverosímiles a Ángel Cappa, está como flotando en una nube de dicha. Y todo porque su equipo juega bien. En los códigos del fútbol ya se sabe todo lo que implican esas dos palabras: “jugar bien”. Es hacer las cosas como Dios manda. Salida limpia, pase al pie, moverse las piezas en armonía y graciosamente, superar al adversario con inteligencia, con técnica y eficacia. También, hacer goles y ganar (el gol y la victoria frecuente están incluidos en el concepto “jugar bien”). Ganar agradando al público, contribuyendo a la popularidad del fútbol. Ergo: a la alegría comunitaria.
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Sin embargo, tiene alcances más vastos que lo simplemente deportivo. “Jugar bien” involucra una serie de valores humanos. Es la estética motorizando el pudor, el respeto, la ética, el compromiso. En la vida sería fabuloso si todos “jugaran bien”. Si el político, la enfermera, el policía, la docente, el gremialista, la jueza… Si todos “jugaran bien” no habría dudas: tendríamos un mundo mejor. Es honesto. Es no ganar a las patadas. Si los presidentes de los clubes “jugaran bien” no estarían casi todos fundidos.
La gente sabe que los primeros violines son Javier Pastore (ya vendido al Palermo de Italia en $ 21 millones), Matías Defederico y Mario Bolatti. Que hay buenos acompañantes, pero el director de la orquesta es Ángel Cappa.
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Él la hizo tocar así. Los mismos intérpretes con otro director, sonarían diferente.
Este viento fresco y sano que es Huracán ha reinstaurado en la Argentina el debate por el fútbol que se debe practicar. Y la idea de que se puede. ¡Si pudo Huracán…! Como siempre, el Globito estaba tapado por las deudas, el estadio clausurado, una centena de juicios amenazando y un plantel modesto. Pero Cappa no llegó de carambola, en Huracán subyace, siempre, la ilusión por el buen fútbol. Por eso lo trajeron.
“Cuando le comenté a Alfredo (Di Stéfano) que iba a dirigir a Huracán me dijo dos cosas: ‘Vas al club con menos plata del mundo, pero es el lugar ideal para vivir la ilusión que vos tenés’. Y, como siempre, tuvo razón en las dos”, relata el técnico, que es mucho más que eso para el pueblo huracanense: un mesías que les devolvió la fe, la pasión, la sonrisa.
Ángel fue un discreto jugador de Villa Mitre, el club de su barrio en Bahía Blanca, el mismo pago de Alfio Basile, Daniel Bertoni y el basquetbolista Emmanuel Ginóbili. Se dio cuenta del valor de jugar como manda el manual en las categorías infantiles. “Ganamos un partido 17-0 y nuestro técnico volvió molesto al vestuario. ¿Qué dice? si ganamos 17-0, protestamos todos. ‘Sí, pero fuimos un desastre, con un rival mejor nos hubiese ido mal’, respondió”. Ahí empezó a darse cuenta de que no todo pasaba por el resultado, hay otras cosas. Lo mismo que su entrenador de la infancia hizo él tras ganar el enconado clásico a San Lorenzo por 1-0. Esa tarde Huracán no fue el de siempre, raspó más de lo que jugó y Cappa no se ocultó detrás de la victoria. “No jugamos bien, si no volvemos a lo nuestro nos va a ir mal”, alertó.
Antes de jugar, esta tarde, la final del campeonato argentino ante Vélez Sarsfield, llovieron correos con una idea general: “Gracias, Cappa, aunque no seamos campeones, estoy contento igual, así quiero que juegue mi equipo”. Significa que, además de aquellos enunciados, “jugar bien” es la mejor medicina contra el exitismo. A nadie le agrada perder, pero si el hincha se ve representado por su cuadro, lo digiere mejor.
¿Qué hubiesen podido decirles los hinchas del Barcelona a sus jugadores de haber perdido la Champions ante el Manchester después de las toneladas de fútbol que les regalaron…?
En línea con su título de profesor de Filosofía y Psicopedagogía, Ángel sostiene que su carrera universitaria le sirve para el fútbol. “Porque los entrenadores deben ser docentes, enseñar el juego, corregir a los futbolistas, ayudarlos a crecer, no solo a ganar partidos”, piensa.
¿Cómo no quererlo a Ángel Cappa…? Si acaso una de las pocas cosas que funcionan bien en Argentina es el mediocampo de Huracán.