En cada presentación siempre está allí. A veces como espectador o, en otras, atrás del escenario coordinando los efectos de sonido, luces y demás para que todo salga bien.
Así pasa Alfredo Ochoa cada instante en que su hija María Antonieta está por poner en escena una nueva presentación de danza flamenca.
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"Cómo no acordarme de su primer baile. Tenía apenas 7 años cuando, vestida de traje de niño, se presentó en el (Teatro) Centro de Arte", expresa Alfredo, que al instante de rememorar ese acontecimiento se le humedecen los ojos.
María Antonieta, de 26 años y madre de Lucas Duscio (de 4), de ese momento recuerda que estaba muy nerviosa y que, efectivamente, interpretó a un varón en esa presentación. "Todas éramos niñas, por eso nos tocó a algunas hacer de hombrecito. Llevaba una boina y una camisa blanca", cuenta.
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Ahora, casi 20 años después, María Antonieta Ochoa es una dancista flamenca profesional. "Me gustó tanto la danza que estudié con Sonia Levy durante once años. Mi papá nunca se opuso a esto, que es lo que quería. Es más, me dio todo su apoyo e incluso me acompaña hasta en los ensayos, además de las presentaciones y como público. Es como mi sombra", agrega.
Aunque María Antonieta asegura que sin el apoyo de su padre igual hubiese optado por esta profesión o -como ella lo llama- hobby, cree que no sería lo mismo. "Él es mi mejor crítico. Todas las personas me pueden decir que hice un buen espectáculo y estoy consciente de que no fue tanto así, es como que si adivinara lo que siento y me dice en qué tengo que mejorar", cuenta la dancista.
Alfredo agrega que ni siquiera es necesario que hablen para saber qué sucede. "Solo basta que ella vaya a mi cama o yo a la suya y en silencio superamos muchos problemas. Es mi mejor compañía", dice.
Él se siente afortunado de haber tenido a María Antonieta. "Es mi mejor regalo, mi más grande orgullo".