Los  libros que donaron el Municipio de Guayaquil y el Ministerio de Educación para este año lectivo lucen intactos. En algunos colegios fiscales estos textos casi no se utilizan y, en cambio, se les pide a los padres que compren dos, tres y hasta siete libros por cada alumno.

En el Veintiocho de Mayo, por ejemplo, la madre de una estudiante del cuarto curso se queja porque ha tenido que comprar para su hija alrededor de siete textos. “Uno era para computación, otro para dibujo, otro de técnica empresarial, que aún no lo he comprado. Sin contar con las cuatro obras literarias, creo que voy gastando unos 60 dólares y siguen pidiendo”, protesta Ángela, una viuda de 54 años que vive en la ciudadela Martha de Roldós.

La única persona que le ayuda económicamente es su hija mayor. Ángela no trabaja y solo cuida a sus dos nietas. “Son doce materias, cada profesor pide algo diferente”, agrega  mientras la rectora la plantel, Patria León, explica que se piden más libros debido a la diversidad de asignaturas, especialmente en el ciclo diversificado.

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Su situación se repite en media docena de planteles fiscales secundarios de Guayaquil, donde este Diario constató los reclamos de los representantes. La mayoría se pregunta dónde queda la gratuidad de la educación que el Gobierno promociona en el país y que incluso señala en el artículo 348 de la nueva Constitución, aprobada el 28 de septiembre pasado. “La educación pública será gratuita y el Estado la financiará de manera oportuna, regular y suficiente”, señala el artículo.

En el colegio Otto Arosemena Gómez, en el suburbio oeste de la ciudad, se ha solicitado a los estudiantes del cuarto año, especialidad Químico-Biológico, siete libros: de Química, Física, Anatomía, Computación, Inglés; e incluso de Estudios Sociales y Lenguaje, que fueron donados por el Municipio.

“Algunos padres reclamaron en una reunión, pero nos dijeron que el libro de Lenguaje era para hacer trabajos. El de Computación aún no lo he comprado y el de Anatomía creo que le sacaré copias”, dice María, viuda y madre de dos hijos, entre ellos una alumna de ese curso. Cada texto, precisa ella, cuesta entre 10 y 15 dólares.

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El rector de ese plantel, Miguel López, justifica los pedidos. “Los libros del Municipio solo sirven para una especialidad, por ejemplo, el de Matemáticas para los de FIMA, pero no para los de Quibio”, dice.

En el colegio Ismael Pérez Pazmiño, los padres también han comprado textos. “El Gobierno no ha dado libros para el diversificado”, dice el rector Carlos Carrasco Villacís.

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Lucía, una mujer separada y madre de tres hijos, protesta porque los textos donados no se utilizan. A su hija, en el quinto curso de ese plantel, le pidieron que comprara un libro de Realidad Nacional que le costó 9 dólares. “Para qué piden eso si ya tienen el de Historia que da el Municipio”, reclama Lucía, quien ha tenido que adquirir libros usados para economizar. “Yo no tengo dinero, estoy separada de mi esposo, cuando puede me da, me ayudo con las costuras que hago”, dice.

Y así hay más casos en los colegios Martha de Roldós, Eloy Alfaro y hasta en el mismo Instituto Superior Guayaquil, del que fue rectora hasta hace más de un mes la actual directora provincial de Educación, Carmelina Villegas.

En ese plantel, en el quinto curso de Físico Matemática, los representantes compraron varios libros, entre ellos el de Realidad Nacional a 10 dólares, que se vende en el mismo colegio.

“Los libros del Municipio están intactos, por ejemplo, el de Matemáticas no se usa sino que utilizan el de Baldor, de ahí sacan los ejercicios”, dice Mariuxi, representante en el plantel.

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Las quejas de los padres porque se les pide que compren más libros no le sorprende a Mónica Yugcha, coordinadora técnica de la Fundación Ecuador, que distribuye a pedido del Municipio los textos escolares.

En este periodo lectivo se ha atendido a más de 60 mil estudiantes del ciclo diversificado, explica Yugcha. Para los del básico, el Ministerio de Educación, a través del Programa de Alimentación Escolar, ha entregado en Guayas más de 110 mil libros, del octavo al décimo año. El coordinador de ese proyecto, Roberto Pazmiño, pide que los padres denuncien estos casos.

Pero la mayoría no denuncia por temor a que sus hijos sean mal vistos por los profesores. “Uno se calla, porque de lo contrario le ponen el ojo al alumno”, dice una representante.

Textuales: Contraste
William Pazmiño,
Presidente de la UNE del Guayas
“Si no llegan los libros (computación e inglés), tendrán que seguir saliendo de los bolsillos de los padres de familia”.

Carmelina Villegas,
Directora provincial de Educación
“Si se necesita algún texto que no lo da el Gobierno, la comisión académica se reúne y ve la posibilidad de pedir por excepción”.