Cuando suena Guayaquil de mis amores el público del Centro Ecuatoriano Norteamericano (CEN) rompe en aplausos. Así se inicia el concierto del arpista Gonzalo Castro. Lo acompañan sus hijos músicos: Iván y Luis Castro Miranda.
En el escenario, el artista, que hace 78 años nació en Píllaro, se abraza al instrumento, rasga esas cuerdas tensas y del arpa brotan hermosísimos arpegios. A los 6 años empezó a interpretar el arpa. Su único profesor fue su padre, Segundo Castro, quien tocaba arpa y piano.
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Desde pequeño se presentaba en las emisoras de radio locales. La noticia corre. A los 14 años lo invitan a grabar en Quito. Lo hizo con el dúo Benites y Valencia, las hermanas Mendoza Suasti, Fausto Gortaire y otros.
Así comenzó su vida artística profesional. “Primero solo interpretaba música ecuatoriana, luego aprendí otros ritmos porque afuera no conocen nuestra música, por eso repudio a los políticos que solo tienen intereses económicos y no defienden a su patria”, me dice un día después del concierto.
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Tenía 17 años cuando vino a grabar a Guayaquil. Le gustó el clima y su gente. “Entonces dije: Aquí me quedo y aquí me muero”, recuerda. Trabajó en las radios, teatros y también inauguró todos los canales de televisión.
Nunca hizo vida bohemia en La Lagartera, “donde sí iba con Julio Jaramillo era al Rincón de los Artistas a tomarnos unos tragos después de las grabaciones”.
Se presentaba de solista y como acompañante. Pero también formó parte del conjunto Los Hermanos Castro junto a sus hermanos que residían en el puerto: José Augusto (violín), Segundo (guitarra) y Juan (arpa). “Hacíamos un dúo de arpa. Para mí eso fue muy lindo”.
Con su arpa a cuestas actuó y grabó acompañando a artistas de diversas ciudades de América y Europa. Gonzalo Castro, mirando su instrumento de toda la vida, explica que interpreta un arpa criolla de 36 cuerdas de cuatro octavas, que no tiene bemoles ni sostenidos.
Antes utilizaba las que construían los maestros Sisa en Píllaro y León en Ambato, pero desde hace cinco años él mismo las construye. Lamenta que no surjan nuevos intérpretes y señala: “Un buen arpista debe tener su propio estilo y crear arpegios. No es aconsejable si comienza a remedar a otro”. Él empezó a componer a los 20 años. “No solo letra y música, sino a sacar sonetos y arpegios sin copiar a nadie”. De sus composiciones de música ecuatoriana las más populares son los pasillos Angustia de vivir y Soledad de mi madre. Como solista, acompañado por una orquesta, grabó algo más de 10 discos.
Ha sido llamado El Rey del Arpa, pero le gusta ser considerado “Gonzalo Castro y su arpa ecuatoriana, para darle nombre a la patria”, reflexiona. La noche del concierto cuando suena El aguacate, el público de pie empieza a cantar el pasillo, acompañando así a Gonzalo Castro, el maestro del arpa ecuatoriana.