Antes del ingeniero León Febres-Cordero, Guayaquil presentaba un deplorable aspecto, sucio, pero gracias a su aporte cívico la convirtió en una metrópoli reconocida y admirada en todo el mundo; además, un descuidado malecón, lo transformó en un centro turístico y de paseo para todos los ecuatorianos. Nadie intenta quitar el nombre del Libertador Bolívar a la calle del malecón, sino rendir un justo homenaje póstumo a uno de los hombres más grandes y valiosos que ha tenido nuestro país en toda su vida republicana.
Édgar Diminich M.,
ingeniero, Guayaquil