Mario Mullo dejó el sacerdocio para casarse en 1977. Ingresó en 1956 al Seminario Menor, cuatro años después al Seminario Mayor y se ordenó como sacerdote en 1966. “Le dije: Señor obispo, aquí me paro, nueve años he resistido esta ley que yo he prometido, pero no puedo más. No quiero ir contra mi conciencia, ni contra Dios, ni contra la comunidad”, cuenta.
Hoy es profesor universitario en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central. Es casado y tiene tres hijos.
Es uno de los miembros de la Federación Latinoamericana para la Renovación de los Ministerios, fundada en 1990 (filial de la Confederación Internacional de Sacerdotes Católicos Casados), que el miércoles pasado en un comunicado expresaron que no han desertado de la Iglesia; “al contrario, nos hemos comprometido en el servicio más eficiente a nuestras familias y a las comunidades”.
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Aseguran que la ley del celibato obligatorio atenta contra la ley natural y divina.
Esto tras los casos del presidente de Paraguay y ex obispo Fernando Lugo, quien reconoció a un niño, y del sacerdote Alberto Cutié, a quien se lo fotografió abrazado con una mujer en Miami, EE.UU.