El grito “¡Acabo de ver a Gloria Estefan!”, de una huésped en la habitación contigua en el hotel en el que estaba alojado el equipo periodístico de Diario EL UNIVERSO, le dio a este medio la pista para ubicar y seguir a la cantante cubana en su corta travesía por el archipiélago.
Fue el lunes pasado, cuatro días después del concierto que Estefan ofreció en Guayaquil para despedirse de las giras internacionales y en el que anunció que iría con su familia a las islas Galápagos.
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El arribo de ella, su esposo Emilio con su sobrina Lili y los hijos de esta, y su hija Emily estaba previsto para el viernes al mediodía, pero su avión se descompuso y tuvieron que contratar uno.
Llegaron al aeropuerto de la isla Baltra, cercana a Santa Cruz y separada de esta por el canal de agua Itabaca, el viernes en la noche. Se fueron a descansar a Puerto Ayora, a la casa La Iguana, una residencia particular que se alquila a turistas y cuesta $ 1.800 la noche.
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La Iguana está sobre un islote, a cinco minutos del poblado, da vista a Puerto Ayora y el mar con su inmensidad, las aves y las embarcaciones que lo transitan. En La Iguana, además de alojarse, dieron gusto a su apetito saboreando platos típicos de Ecuador y preparados con mariscos, como los cebiches.
El sábado pasado, en una lancha que alquilaron, la cantante y su familia visitaron la isla Santa Fe, ubicada a casi dos horas de Puerto Ayora. Ahí, además de observar los lobos marinos y las iguanas terrestres, practicaron snorkeling y almorzaron en una carpa instalada para ese propósito en la isla.
El domingo, mientras en Galápagos vivían la jornada electoral, los Estefan viajaron en lancha hasta la isla Floreana, donde observaron a los flamencos, la playa con arena de lava y las cuevas de piratas. También visitaron la escuela local, saludaron a los pobladores y se tomaron fotos con ellos.
Marco Herrera, colono de Galápagos y guía que acompañó a la cantante de Mi tierra, dijo que los esposos Estefan pidieron visitar Floreana porque querían conocer a sus habitantes y compartir un momento con los niños. “Son una familia cariñosa y sencilla”, señaló el guía.
El lunes pasado, la ruta de los Estefan los llevó hasta Los Gemelos (dos cráteres separados por la carretera de Santa Cruz) y los Túneles del Amor, situados en la parte alta de la isla.
Al mediodía se trasladaron al centro de Puerto Ayora y almorzaron en el Café Hernán Bar Restaurante, a pocos pasos del malecón del pueblo. El menú fue arroz con menestra, patacones y cebiches mixtos. Los empleados los trataron como a todos los clientes y solo los reconocieron cuando el guía Marcos Herrera se los presentó. “En Galápagos la gente no se alborota por los famosos, los ve como un turista más”, dijo Herrera a EL UNIVERSO.
Después de dejar el sitio, caminaron al muelle del poblado y abordaron nuevamente la lancha y visitaron el Parque Nacional Galápagos, donde conocieron a la tortuga gigante Solitario George, el centro de crianza de tortugas, y las iguanas terrestres.
Édgar Muñoz, director del PNG, les dio la bienvenida al lugar y les regaló unas camisetas con el logo del parque.
En ese lugar fue donde el equipo de este Diario abordó a la cantante, quien con mucha sencillez y amabilidad indicó que el paseo por las Galápagos había sido genial, al igual que el concierto en Guayaquil, el que casi se trunca porque con la fuerte lluvia que cayó antes del show se mojaron los equipos.
Contó que cuando supo que vendría a Ecuador le dijo a su esposo: “Búscame la forma para que cuando termine el concierto ir a Galápagos”. Según ella, es la primera vez que ve un lugar así, con una fauna primitiva y bien cuidado. Dijo que compró muchos regalos para su familia y que su esposo le dio un collar con un corazón de tagua.
Mientras recorría el PNG, con un marcado ‘espanglish’ (inglés-español) le pedía a su hija que viera los animales que encontraban a su paso. Emilio Estefan dijo que había sido una experiencia maravillosa que pudieron compartir con su hija. De ahí partieron a Tortuga Bay, a una hora del poblado. Los Estefan dejaron Galápagos el martes pasado, con destino a Miami. Además de las maletas, se llevaron los recuerdos de Galápagos y la pena de no haber visto todas las islas.