Los que tenemos más de 30 crecimos con los disparates del Chavo del Ocho.
Actualmente, gracias a la pluralidad de programación, al cable y a la globalización, nuestros hijos difícilmente podrán crecer bajo el mismo influjo de Roberto Gómez Bolaños.
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Muchos han dicho a través de los años que el Chavo del Ocho era un mal ejemplo para los niños, que “se volvían malcriados y contestones”, no sé si con razón o sin ella, pero de lo que sí puedo dar fe es de que el nivel de violencia que se genera en otros programas infantiles es mucho mayor y directamente expuesto que en la creación de Gómez Bolaños, y lo triste es que los niños de hoy no gustan mucho de ver el Chavo.
Somos los mayores los que seguimos riéndonos, buscando capítulos viejos por el mero afán de recordar; y hay algunos, entre los que debo confesar que me cuento, que los ponemos como tema recurrente de conversación con los amigos.
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Gamatv presenta en sus tardes un dibujo animado de este personaje, pero simplemente, con la mayor de las franquezas, no le hace mérito a su original.
Pocos han sido los programas cómicos que pueden lucir una copia animada, pero el mérito se desvanece cuando se pierden las gesticulaciones de los personajes, y Don Ramón, por ejemplo, debe limitar su súper expresividad de mil rostros a una desabrida plantilla de mueca.