Tiene una hija de 15 años, llamada Meili, y otra de 3, de nombre Nicol. Como toda madre de familia, dice, es exigente con el orden, la comida y los permisos. Trabaja a tiempo completo y concibe sus proyectos como un negocio.

Así describe Karen Minda a una parte de su entorno, “que muy pocos conocen y probablemente muchos descalifican” porque, admite,  su vida ha estado envuelta en provocaciones que “me sitúan incluso como una exhibicionista”.

La primera se registró en octubre del 2006, cuando decidió desfilar desnuda por las calles de Guayaquil para exigir que las autoridades tomaran conciencia de la importancia de la educación sexual en los jóvenes y adolescentes.

Entonces, Minda conducía por Ecuavisa Internacional el programa  ‘En la intimidad’, que, en el  horario de las 00:01, “buscaba ofrecer orientación sexual sin dejar de lado el erotismo y el goce”.  La producción, agrega, reflejaba “lo que soy: fuego y pasión, con una carrera que va más allá de lo permisible”.

Y es que Minda también generó comentarios cuando editó la revista bimensual Sexapple, la cual tuvo cinco ediciones –por falta de presupuesto no siguió en circulación– y la califica como una guía erótica.

 “En la última página compartía con los lectores  fantasías eróticas, aquellas que muchos no se atreven a revelar, pero también consejos con detalles para compartir en pareja”.

El magacín, manifiesta, lo editó en lugar del libro que mentalizó y no hizo, donde igualmente aborda el tema de la sexualidad.

La lencería que lleva su nombre y concibió para la intimidad es otra de sus propuestas, que igualmente, reconoce,  resulta desafiante para quienes no comparten su idea de mostrarse y darle rienda suelta a la fantasía.

Y para concretarlas en el escenario, allí donde encabeza desfiles de lencería o se presenta con modelos en provocativos shows, Minda incursionó en la música con Castígalo, un sencillo de su autoría y musicalizado por Pedro Chinga que fusiona el reggaetón con la música tropical.

“No tengo la mejor voz del mundo pero desde niña quería cantar. Además, hacerlo me ayuda con los shows”, anota y no oculta su ambición de ser reconocida como una showgirls o vedette, lo cual sus padres y novio no aprueban porque el término y la intención están cargados de morbo o dobles intenciones en el país. “Ni mis modelos ni yo nos desnudamos, porque  es importante que  la fantasía quede intacta”.

Minda considera que en Ecuador hay poca materia en este tipo de espectáculos y ella quiere ser pionera. “Para muchos cabaré es sinónimo de prostíbulo, pero en muchos países es un centro nocturno que invita a fantasear. Yo cuido lo que presento, por eso hasta cuento con un coreógrafo para los bailes”.

Sea bien o mal visto lo que ha logrado, Minda expresa que todo lo ha conseguido  sola. “Voy  creciendo como empresaria. Le he apostado al tema de la sensualidad y el erotismo porque es un terreno virgen en el país y quiero manejar con cuidado”.

Cree que llegará lejos.  “Mis  primeras prendas de la lencería las cosía yo misma. Me quedaba hasta el amanecer trabajando en la prenda. Igual sucedía cuando escribía los libretos del programa”.

Cuenta con el apoyo de su familia, expresa. “Mis hijas y novio son maravillosos. Meili (la mayor) sabe de mi actividad, es madura para su edad y  excelente estudiante; está consciente de que lo que se dice no todo es cierto”.