Tanto se habla de una crisis que llega el momento que se toma como algo banal, olvidando su importancia y la transformación que en nuestras vida puede ejercer a corto plazo. Millones de desempleados en Europa con repercusiones graves en los nuevos países del Este, empresas que cierran a diario, desempleo y arcas vacías en Estados Unidos, endurecimiento en la cacería a los migrantes en España y otros países, incremento del maltrato a los sin papeles o con papeles, anulación de inversiones para los países en desarrollo, descenso en las exportaciones, créditos bancarios cerrados, son los vientos que soplan con fuerza desde hace varios meses, precursores de la mayor tormenta económica y financiera en la historia del mundo y, según expertos, la cortina apenas empieza a levantarse habida cuenta que lo peor está por venir.

Moderar el estallido de esta hecatombe originada en los países industrializados, que recae sobre las economías de los países en desarrollo fue motivo el 4 de febrero para una reunión en la  Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (Cnuced) en Ginebra, donde expertos financieros y miembros de gobierno de países en desarrollo debatieron sobre la cooperación económica Sur-Sur, en particular comercio, inversiones, flujos financieros y esfuerzos conjuntos para estabilizar tarifas y otros. Supachai Panitchpakdi, secretario general de Cnuced, enfatizó que esta sacudida a las fundaciones del Norte amenaza con destruir el crecimiento y desarrollo del Sur y que es el momento de explorar la cooperación Sur-Sur para enfrentar esta crisis.

Pero no vemos con gran optimismo esta cooperación Sur-Sur pues si tomamos como ejemplo la reunión bilateral de los ministros Amorim del Brasil y Taiana de Argentina, con objeto de allanar el desequilibrio en el comercio de estos dos miembros de Mercosur, el resultado no fue el esperado, lo que condujo a crear un grupo común de trabajo a reunirse en Buenos Aires en marzo a fin de entablar una nueva ronda de conversaciones sobre el tema. En breve, lo que pudo resolverse en febrero, se seguirá discutiendo en marzo. La diferencia es que con la crisis actual, cada minuto es precioso.

Como Presidenta de la Asociación de la Prensa Extranjera en Suiza y Liechtenstein, me tocó organizar un almuerzo de prensa el 19 de febrero en Berna para Hans-Rudolf Merz, nuevo presidente de Suiza y hombre de finanzas, donde estuvieron presentes importantes banqueros de esta plaza financiera. Este encuentro, que coincidió con el develamiento, por parte de Estados Unidos, del secreto bancario de la Unión de Bancos Suizos (UBS), el mayor Banco de la Confederación, es parte de la cadena de la actual crisis.

Se desprende de lo anterior que inmiscuirse en el sacrosanto secreto bancario helvético no es lo más crucial para el nuevo gobierno norteamericano sino la identidad de los ciudadanos norteamericanos o residentes que no declaran impuestos, origen del fraude fiscal estimado en unos 100 millares de dólares anuales que, según la División de Impuestos del Departamento de Justicia, escapan vía Suiza, Liechtenstein, Bahamas e Islas Caimán. Así, Estados Unidos, con sus arcas vacías decidió emprender la cacería de los contribuyentes que escapan al fisco, utilizando grandes medios para recuperar capitales. De todas maneras, los norteamericanos tienen su idea enraizada referente al secreto bancario suizo y sin entrar en más consideraciones, el hecho de poseer una cuenta en Suiza no es asunto claro para ellos.

Durante el proceso emprendido contra la UBS por el Departamento Americano de Justicia, John Di Cicco, Viceprocurador general, puso en evidencia la aterradora actitud y poco civismo de los miles de afortunados que evaden el fisco, quienes están en conocimiento de los millones de americanos que han quedado sin empleo, sin techo y sin cobertura de salud.

En relación a la reciente alocución del presidente Merz en Davos sobre la crisis financiera y luego sobre la tormenta desatada contra la UBS, declaró a esta corresponsal que en esta recesión mundial, 2009 será igualmente un año muy difícil para Suiza y pide una nueva filosofía para supervisar y regular el sector financiero y económico internacional. Por otra parte, insiste en que el crecimiento cualitativo debe estar por encima del cuantitativo y tiene optimismo que la duración de esta crisis no sea muy larga y terminó afirmando categóricamente que Suiza continuará con el secreto bancario, el cual no tiene absolutamente nada que ver con el fraude fiscal.