En muchas ocasiones, cuando intenta conciliar el sueño, Irene Zambrano Laiño vuelve a vivir la pesadilla de la última ocasión en que el padre de sus hijos, de 12 y 7 años, la golpeó. Primero le pateó el rostro y luego la agredió con la hebilla de un cinturón. Las lesiones le costaron a ella más de dos semanas de incapacidad y a él unos 21 días de cárcel, pero también la separación definitiva del hogar.
Sucedió hace cinco años y en ese momento Irene se liberó de los maltratos físicos y psicológicos que había soportado por dos años, cuando su conviviente comenzó a cambiar de actitud y la insultaba y despreciaba hasta llegar a golpearla.
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Esa vida de pareja, cuenta, estuvo llena de frustraciones, una de las peores es que jamás le permitió estudiar la universidad como era su deseo. “Dos veces me sacó de la Facultad de Psicología y no me dejó ni hacer el preuniversitario, pese a que ya estaba inscrita”, narra la mujer que anhela ser psicóloga.
Pese a las adversidades que enfrenta sonríe mientras hace de motivadora en una empresa adonde llegan a tratarse personas enfermas. “Hay que ser positivos”, asevera, mientras comenta que cada mes se las ingenia para que su salario alcance para todos los gastos del hogar, incluida la educación de los menores con quienes vive.
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Hoy uno de sus anhelos es retomar los estudios que nunca logró cumplir, pero dice que esperará porque para ella la prioridad al momento son los niños. “Muero por ser psicóloga, pero hay que arroparse hasta donde la sábana aguante”, ironiza.