“Ciudad de Caracas,/ tú estás en mis sueños,/ desde pequeñito que te quiero ver./ Raro sortilegio que en mi fantasía/ llenó de poesía todito mi ser”, así le cantó el ecuatoriano Julio Jaramillo a la capital de Venezuela, país donde actuó por primera vez en 1960.
Aunque JJ murió el 9 de febrero de 1978 –mañana se cumplen 31 años de su deceso–, sus canciones y anécdotas viven en numerosos países donde es un verdadero ídolo de la música popular. Este es un brevísimo recorrido tras sus pasos por Caracas, donde residió desde 1966 hasta inicios de 1973.
Publicidad
En una popular cafetería que sirve arepas se escucha su voz inconfundible cantando Brindis por Caracas. “En los setenta, mientras los gringos nos bombardeaban con su rock and roll, él cantaba lo nuestro”, comenta el caraqueño Diego Gómez, artista plástico y maestro jubilado.
Lanza una bocanada de humo de tabaco y recuerdos del cantante que frecuentaba barrios populares como la Zona del Silencio, billares de carambolas y espuma de cerveza, emisoras radiales del centro de esa capital y escenarios de provincias donde cantaba y encantaba. “Aquí Julio Jaramillo es un venezolano más –asegura Ney Moreira, requintista manabita radicado en Caracas–; me ha tocado discutir con gente que cree que él es venezolano, les digo: ‘No, señor, Jaramillo nació en Guayaquil’. Y ellos dicen: ‘No importa, él nació allá, pero es venezolano’. Para que tú veas cómo lo quiere la gente acá”, lo comenta en las avenidas Los Cipreses y Lecuna, en el centro de Caracas, años atrás conocida como La Esquina de los Artistas, porque ahí se reunían cantantes y músicos, entre ellos Míster Juramento.
Publicidad
Al sitio llegaban a proponerle presentaciones y grabaciones. Jaramillo cobraba $ 4.000 por un elepé y $ 2.000 por un sencillo. Nunca fue artista exclusivo de disquera alguna, decía: “¡Que ellos se vuelvan ricos, pero a mí me pagan lo mío y fuera!”, cuenta Hugo Cobos, quiteño afincado en Venezuela y amigo tan personal del Ruiseñor de América que este lo presentaba como su empresario sentimental porque su verdadero mánager era Oyala Rodríguez, colombiano que aún vive en Valencia, casi ciego y enfermo. En los bajos de Residencias Taormina –barrio Las Acacias–, donde Jaramillo tenía su departamento de soltero, un puñado de jubilados juega dominó y lo evocan cantando sus boleros. Según Cobos, JJ también pasaba la noche donde tres amantes fijas.
Una vivía en la Plaza Candelaria, otra en San Agustín del Sur, y la tercera en el hotel Bello Monte. También una prima de Cobos naufragó ante los encantos del Sentimental de América, con ella trajo al mundo a Poli. ¿Cuántos hijos tuvo en Venezuela?, indago, y raudo contesta: “Yo conozco como a 10”. Y lo excusa: “No le echo la culpa, las mujeres se le metían por los ojos, él tenía que sacárselas de encima”. Cuando iban a tomar cerveza ellas se sentaban en su mesa. “Todas a conquistar a Jaramillo, y al empresario sentimental, que era yo, ni siquiera una miradita”, evoca entre risas.
En Caracas, con el paso del tiempo han desaparecido los sitios donde JJ actuaba, por ejemplo The Garage, ubicado en Chacaíto, cuyo dueño era el pianista ecuatoriano Oswaldo Manzano. También cantaba en diversas emisoras hasta que fue artista exclusivo de radio Rumbos y Venevisión, donde promocionaba la telenovela La Panadera, llamada así por una popular canción.
Luego nos trasladamos a la joyería La Española, donde adquiría relojes y alhajas porque, según Hugo Cobos y Ney Moreira, cuando Jaramillo bebía y se iba con alguien, lo saqueaban porque dormido era una roca. Una vez se encaprichó con un reloj finísimo de esa joyería y cada vez decía: “Mira, ese va a ser mío”. Hasta que se lo compró. “Ocho días le duró el relojito”, cuenta Ochoa, quien siempre creyó que su amigo moriría en un accidente de tránsito porque cuando conducía ebrio se dormía y chocaba. Pero, como sabemos, falleció en una clínica.
Grabó numerosos discos en Venezuela. En sus primeras idas y venidas a Caracas, en 1962, se enamoró de una muchacha y le escribió Caraqueñita –que años después transformó y grabó como Guayaquileña–, según acostumbraba a contar el mismo JJ en sus presentaciones.
La importancia de este cantante, que interpreta los amores, desamores y alegrías del pueblo hispano, es tal que el 6 de noviembre del año pasado Antena 3 Internacional y la Organización Capital Americana de la Cultura lo ubicaron en el puesto 19 entre los 100 personajes más influyentes de la cultura latinoamericana.
Este 9 de febrero, en Guayaquil y en numerosas ciudades latinoamericanas se llorará su ausencia física y lo revivirán escuchando e interpretando sus canciones. En las rocolas de Caracas, Julio Jaramillo volverá a entonar su canción de amor: Caraqueñita, linda florcita de primavera/...