Se desespera, camina intranquila por los callejones de la bahía con el babero de su hijo en el hombro, tiene que estar vigilante, mientras Mateo, de un año ocho meses, pasea sin preocupación entre la multitud.
Alexandra Rodríguez, de 31 años, es vendedora en un local de vestidos en Eloy Alfaro y Olmedo, y desde el 31 de diciembre pasado tiene que llevar a Mateo al trabajo, pues no consigue quién lo cuide.
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Mateo fue durante seis meses a la guardería Unidos por el Futuro, ubicada en las calles 43 y la B, que pertenecía a la Operación Rescate Infantil (ORI). Desde hace 22 días, el establecimiento cerró, pues su convenio con el ORI venció y no lo podían renovar por el proceso de transición por el que pasaba la institución, al ser absorbido por el Instituto Público de la Niñez y la Familia (INFA), inaugurado el 5 de enero y que ahora agrupa a las entidades que trabajan a favor de la familia.
“No podíamos seguir atendiendo si nadie nos da garantía, ni sueldos ni materiales, solo podíamos esperar”, dice América Cruz, coordinadora de la guardería, quien espera reanudar la atención la primera semana de febrero y firmar pronto otro convenio con el INFA.
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La falta de información frente a los procedimientos a seguir genera preocupación entre las trabajadoras de establecimientos ejecutores de los programas del INFA. “Se olvidan de nosotros que somos los coordinadores menores”, dice Cruz, quien está preocupada por el presupuesto que les destinarán.
Ella comenta que hasta el año pasado gran parte de los recursos para solventar los gastos de agua, luz y materiales didácticos se hacían con actividades como bingos y rifas; además del aporte simbólico de los padres, que podía ser de hasta $ 2.
Expectativas similares mantienen las madres comunitarias en los centros de atención infantil que pertenecían a los programas del Instituto Nacional de la Niñez y la Familia (Innfa) y ORI. Algunas madres que expresan su inquietud trabajan en guarderías como la 3 de Abril, en la 43 y la E y Retoñitos de Amor, 17 y la L.
Ese es el caso de Bertha Thomas, de 49 años, quien labora en la guardería Corazoncitos Alegres, en las calles Alcedo y la 19. Ella teme perder su empleo pues la semana pasada le dijeron que las madres comunitarias debían tener un título de bachiller. Ella solo terminó el décimo año de educación básica y en esa misma situación se encuentran dos de sus amigas, solo una de ellas es bachiller.
Otra de las preguntas que aún mantienen las trabajadoras de estos centros es el monto de las bonificaciones que recibirán.
Hasta el año pasado las madres comunitarias de los Centros de Desarrollo Infantil del ORI recibían $ 100, mientras que las de guarderías del Innfa cobraban $ 120.
Textual: Inconformidad
Alexandra Rodríguez, Madre de familia
“Mateo estaba gordito, porque en la guardería le daban de comer bien, ahora come a deshoras”.