El 21 de enero del 2009 Barack Obama llegará a la Casa Blanca precedido por un enorme interrogante (por lo menos en las esferas que se interesan en las relaciones entre tecnología y política). ¿Sabrá, intentará trasladar a su manera de gobernar la experiencia, las actitudes y las herramientas que le han permitido ganar las elecciones?

La decisión de dedicarles buena parte del plan de recuperación a las conexiones de banda ancha ha sido bien recibida, en particular la frase en la cual el presidente electo afirma: “Es inaceptable que EE.UU. ocupe el puesto 15 en el mundo de las adopciones de banda ancha; en el país que inventó la internet, cada niño debería tener la posibilidad de estar conectado”.

Pero, para muchos, la problemática va mucho más allá. ¿Hasta qué punto está dispuesto a modificar la manera en la cual el país está gobernado? El modelo de la democracia americana está en cuestión.

Publicidad

El interrogante se manifiesta en muchas notas de blogs y, en particular, en sitios como Change.org (contrapunto ciudadano al muy oficial Change.gov), que recoge las ideas de la gente sobre cómo cambiar el país.

Es tal la expectativa, que un grupo de activistas animadores de los sitios PersonalDemocracy.com y TechPresident.com han lanzado, antes del día de la elección, un libro en el cual reúnen miniensayos y propuestas de decenas de contribuidores sobre lo que habría que hacer.

La esperanza descansa sobre una convicción claramente resumida por la emprendedora y analista Esther Dyson: “De la misma manera que la red ha creado nuevos modelos de negocio, puede alentar nuevos modelos de gobernancia”.  El reto, precisa el ex líder republicano Newt Gingrich, consiste en “sustituir la pluma de ganso de los fundadores (de EE.UU.) con un ratón”.

Publicidad

Autor del libro La riqueza de las redes, Yochai Benkler estima que dos puntos emergen de la experiencia acumulada en la economía de la información en red. “Primero la gente puede, con un nivel de esfuerzo manejable y relativamente moderado, reunirse para actuar de manera eficiente sobre problemas que no podían enfrentar en el pasado. Segundo, la gente puede trabajar junta de manera cooperativa y lo hace, sin necesidad ni de mercados ni de jerarquías u otros gobiernos para organizarlos. La colaboración a gran escala entre poblaciones ampliamente dispersas es manejable, sustentable y efectiva”.

El libro tiene el título muy revelador en inglés de Rebooting America –Ideas for redesigning American Democracy for the Internet Age. Reiniciando America (re-boot es el término comúnmente utilizado para indicar que se debe reiniciar una computadora) –Ideas para volver a diseñar la democracia americana para la era de la internet. Puede ser bajado gratis en el sitio rebooting.personaldemocracy.com.

Publicidad

El formato corto y la variedad de los participantes (desde gente considerada liberal, en el sentido estadounidense de la palabra, como Kaliya Hamlin o Zephyr Teachout, comprometidas con las campañas de Howard Dean en el 2004 y la de Barack Obama este año, hasta el bloguero conservador Glenn Reynolds –Instapundit.com– y, Newt Gingrich, ex líder de los republicanos del Congreso) lo hacen más que leíble. Todos están convencidos de que las bases de la democracia americana, concebida antes del tren, del teléfono y de la internet, deben y pueden ser revisadas, que la democracia 2.0 permite darle más fuerza al planteamiento de los ‘padres fundadores’ y hasta desarrollarlo.

Algunas ideas provienen directamente de conceptos de moda entre los geeks como la sabiduría de las muchedumbres. Para Julie Barko Germany, por ejemplo: “La sabiduría de muchos (informados) puede gobernar tan bien como una élite reducida”.

Danah Boyd, conocida por sus trabajos sobre el uso de las redes sociales por los jóvenes, por su parte alerta a los lectores sobre los riesgos del “techno-determinismo”, el hecho de creer que la estructura tecnológica determina la práctica social. Y recomienda, en vez de dejarse llevar por la creencia según la cual las redes sociales son “una panacea”, concentrar la tensión sobre las causas de la alienación y la desilusión que impide que la gente participe en la vida cívica común.

Es notable, para un texto publicado en tales circunstancias, la voluntad no solamente de traer a contribuidores con opiniones políticas divergentes, pero también la yuxtaposición de opiniones opuestas (sobre el papel de la privacidad, por ejemplo) o con distintos grados de entusiasmo, de esperanza o de escepticismo.

Publicidad

Es poco probable que el próximo presidente le haga mucho caso a la propuesta según la cual la democracia sería mejor “sin representantes”, pero tampoco puede ignorar la advertencia de los editores de este apasionante trabajo, según quienes un retorno a las prácticas tradicionales después del 21 de enero constituiría “una enorme oportunidad perdida, tanto para el nuevo presidente como para los americanos”.