“Termo” significa calor, y “génesis”, la capacidad del cuerpo para generar algo. En nutrición, al hablar de termogénesis, hablamos del cuerpo humano generando más calor, debido a que sus funciones se han acelerado o aumentado. Es decir, mientras más funciones realiza el cuerpo (digerir, correr, combatir enfermedades, etcétera), la termogénesis aumenta.
Es equivalente a lo que sucede en un carro. Si lo hacemos correr, su máquina genera calor y consume más gasolina. En el cuerpo, si aumentamos las funciones, se consumen más calorías. De ahí que la termogénesis aumenta el gasto de calorías y ayuda a la pérdida de peso.
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En el país existen centros que promocionan pastillas y tratamientos bajo el nombre de termogénicos; cumplen su función, pero son caros y funcionan solo mientras uno los esté utilizando. Además, no está comprobado si alteran el correcto funcionamiento del cuerpo. Por ejemplo, muchas investigaciones apuntan a que este tipo de tratamientos llevan al cuerpo a perder su habilidad de perder peso por sí solos, en contrapostura a métodos naturales para aumentar la termogénesis, como el ejercicio y la dieta correcta. También es probable que aceleren el envejecimiento de órganos (incluida la piel), ya que conllevan un consumo de nutrientes sin una entrada que repare el gasto.