El superior jesuita fue uno de los 19 dirigentes religiosos de la llamada Compañía de Jesús que se reunieron con el presidente Rafael Correa el lunes pasado; él, sin embargo, es partidario de modificar el texto constitucional.
Se formó con los salesianos, pero luego se acercó a los jesuitas. Rafael Correa –autodeclarado “católico practicante”, pero enfrentado a la jerarquía eclesiástica por la nueva Constitución– primero se vinculó a la orden fundada por San Juan Bosco: en las brigadas de evangelización que dirigía Gustavo Noboa, en los grupos de boy scouts del Cristóbal Colón (aunque estudiaba en el San José La Salle) y en Zumbahua, donde trabajó como voluntario al terminar el colegio.
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Más adelante, sin embargo, dos sacerdotes lo acercaron a la orden de San Ignacio de Loyola, un ala más liberal de la Iglesia: Ramón Latorre (+) y Alonso Ascanio. Precisamente los jesuitas –cuyos líderes almorzaron el lunes con el Mandatario– podrían acercarlo nuevamente al clero, encabezado por el presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), monseñor Antonio Arregui, del Opus Dei, el ala más conservadora de la institución.
Obras de la llamada Compañía de Jesús (como el Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes, Fe y Alegría, Hogar de Cristo y Centro del Muchacho Trabajador) tuvieron presencia activa en Montecristi. Diecinueve superiores, entre ellos Juan Valpuesta, de la iglesia San José, de Guayaquil, acudieron al llamado de Correa en Carondelet. Con almuerzo y foto oficial de por medio.
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Durante la campaña por el referéndum la disputa entre la Iglesia y el Gobierno incluyó duras críticas y denuncias de simpatizantes, ¿qué llevó a los jesuitas a acudir al llamado de Correa?
Fue una sorpresa. El viernes de la semana pasada llamaron por teléfono a unos 20 superiores jesuitas diciendo que nos invitaba el Presidente a almorzar sin decir por qué. Luego, ya ahí, nos dijo que la razón era manifestarse como católico practicante, que quería reanudar las relaciones con la Iglesia.
¿Por qué ustedes y no otros?
Él era muy amigo de un santo jesuita que falleció hace unos meses en Quito e iba a verlo con frecuencia, aún antes de ser presidente, para saludarlo y pedirle oraciones: el padre Ramón Latorre. Aparte, él había hecho ejercicios espirituales en dos ocasiones con otro jesuita: el padre Alonso Ascanio. Varias veces ha hablado con él en plano personal. Con él, antes de ser presidente, Correa pasó varios días de retiro, probablemente en la casa de San Agustín, en Machachi (Pichincha), en silencio, reflexionando sobre su vida, como lo han hecho otros presidentes, candidatos y ministros que no voy a decir sus nombres. Dura ocho días o un mes y reciben normas sencillas para reflexionar y ponerse en contacto con Dios.
¿Con ustedes Correa busca un acercamiento con la Iglesia o con Antonio Arregui?
Él ha pedido romper el hielo por las diversas maneras de interpretar la Constitución. No fue un almuerzo de trabajo, sino cordial. Lo que fue general es que él quería dialogar con la jerarquía católica.
¿Cree posible un futuro encuentro entre ellos?
Yo estaba conversando con Vinicio Alvarado y le dije: “Soy el único superior que viene de Guayaquil, ¿qué le digo al arzobispo Arregui?”. “Dígale que el Gobierno quiere lo mismo que él quiere”, me indicó. Le comenté al Presidente y me contestó: “Es verdad”.
¿Por qué su orden religiosa nunca se pronunció sobre los contenidos de la Constitución o cuando se desató la pugna con la Iglesia? ¿Por afinidad?
Creemos que somos personas inteligentes y cada uno puede pensar lo que le parezca. Por ejemplo, esa diversidad de criterios que tienen el Arzobispo y el Presidente sobre la interpretación de los artículos del aborto, la puede tener un jesuita con otro jesuita. Tenemos libertad para opinar, pero nuestra norma es ser prudentes.
¿Entonces fue una decisión personal mantenerse al margen?
En la Conferencia firman ese documento de cuatro puntos (educación, aborto, familia y libertades), pero parece ser que algunos obispos medio se arrepintieron... Puede ser que haya unos obispos que tengan una línea y otros otra. Por ejemplo, no hay un obispo que apruebe el aborto, pero sí hay diversas opiniones: quienes dicen que la Constitución permite el aborto y quienes dicen que no.
¿Y usted qué piensa?
Que por desgracia sí lo permite, pero es mi opinión personal... Si me lo preguntaban, yo hablaba de esta misma manera, pero no en el púlpito.
¿Entonces no hay un distanciamiento con Antonio Arregui?
No, yo no lo noto.
¿Pero apoyaban los pronunciamiento de la Conferencia?
Nosotros mantenemos estos cuatro puntos que decían los obispos, pero la Constitución tiene 444 artículos.
Es decir, ¿para su orden la Constitución tiene cosas más positivas que negativas?
Yo digo que no. A más de estos cuatro puntos, le da demasiadas atribuciones al Presidente y, esta es mi opinión personal, muy poca independencia a la Corte de Justicia. Es demasiado rimbombante, muchas declaraciones. La Constitución ya se aprobó, pero hay que cambiarla, punto.
¿Por ejemplo?
El aborto. El señor Presidente dice que él rechaza el aborto, pero no abordamos el tema en la reunión ni mucho menos. Otro punto: iguala las uniones homosexuales al matrimonio. Prohíbe la adopción, pero otro artículo le da derecho a Paco a convertirse en Paquita y, ahí sí, Paquita con su amigo Antonio podrían adoptar un niño. Otro punto: la educación. Un albañil católico no puede educar a su hijo en un colegio católico porque no tiene para pagarle otro que no sea el fiscal laico. Vinicio Alvarado me dijo “soluciones”. Bueno, el bono educativo.
¿Pero no es separar a las personas solo porque creen en cosas diferentes?
El que no es católico puede buscar un colegio particular, como el Alemán, o uno judío.
¿Y si también es pobre?
Puede escoger otro colegio con un bono educativo.
¿No es mejor educar en diversidad y no que el católico se junte solo con el católico?
Pero peor si soy católico y me obligan a juntarme con alguien no católico. Lo que pido para los católicos lo pido para los laicos, los protestantes, los ateos. El Estado que ha querido educar es el nazismo, el fascismo, lo primero que hacían era quitar los colegios católicos.
¿Ese tipo de formación no debería más bien venir de casa?
¿Pero no puedo decir que quiero que me eduquen también a mi hijo en el colegio?
La Constitución ya se aprobó, ¿ahora qué espera la Iglesia?
No quedamos en nada con el Presidente. Nosotros como orden religiosa queremos instruir a la gente, que no se engañe. A lo largo de toda la Constitución se insiste, por ejemplo, en lo del género. Por desgracia, estas cosas no se discutieron, se impusieron desde un tal buró. En países como en Rusia no era el dictador, era el buró, el partido, el partido... En la reunión del lunes, Fernando Lugo llamó al Presidente. Ahí le comenté a Vinicio Alvarado que Lugo se acercó a mi hermano Pepe, también sacerdote, para pedirle consejos en su campaña presidencial. Mi hermano solo le dijo: no insultes a nadie y sé humilde.
Los jesuitas trabajan con los pobres. ¿Cómo ven los programas para este sector?
El que usted dé una limosna es maravilloso; lo felicito. Pero si usted en lugar de dar limosna se dedica, por ejemplo, a mejorar una propiedad agrícola, lo felicito todavía más porque da trabajo a la familia y hace progresar al país. ¿Qué hace el Presidente? Que eso lo juzguen los políticos.
Correa anda en plan de reconciliación: el lunes, los curas; el martes, empresarios y banqueros. Se vienen las elecciones, ¿cree que tiene algo que ver?
Creo que es sincero, pero no quiere decir que no se haya equivocado. Es inteligente, ve que empieza a resquebrajarse el movimiento PAIS, piensa que la cosa puede ir muy en serio, entonces es natural, es un hombre político. Las elecciones tienen que ver, claro.
Correa se califica como “católico practicante”. ¿Cree que esta Constitución es de católicos practicantes?
Tal como está, no lo es.
Perfil
Juan Valpuesta Güeto
NACIMIENTO
Mayo 18 de 1928, Écija (Sevilla, España), naturalizado ecuatoriano.
SACERDOCIO
Llegó a Ecuador como estudiante jesuita en 1950 y se ordenó como sacerdote en 1959.
ESTUDIOS
Licenciado en Filosofía por la Católica de Quito; Licenciado en Teología por la Loyola University de Chicago; profesor por el Ministerio de Educación.