Su sinónimo de amarre, manipulación, fraude, resulta un fiasco coincidencial de la política del pasado, con lo que se ha defraudado a cualquier intento de transparencia que soñamos una gran mayoría de ciudadanos honestos.
Esta figura maquiavélica ensombrece la esperanza de cambio. Entonces, ¿en dónde queda la revolución ciudadana?, respuesta que nos indigna cuando observamos la designación de los cinco principales del Consejo Nacional Electoral, con lo que nos damos cuenta de que todo sigue igual o, mejor dicho, peor por las artimañas de los trinqueros, esa elección que demuestra la peor selección, violando todo principio de cambio, a ultranza de sometimiento y obediencia incondicional. A la par de estos consejeros están dos y tres asesores hechos a la medida de su folclor; la meritocracia y demás requisitos fueron vejados, al igual que la maniobra que se empecinan en hacer con la prórroga de los ex ministros de la Corte Suprema de Justicia, si conocemos que los conjueces pueden actuar, puesto que fueron personas probas que fueron sometidas a concurso al igual que los principales, pero que jamás les dejaron actuar con la idoneidad y legalidad que les asiste, pero las trincas no se lo permiten.
Mariana Román Andrade,
Quito