Al mismo tiempo, una verdadera eclosión musical de gran diversidad y calidad que en este Monterey Pop Festival, el primero de la historia, resume las diversas tendencias en la utopía hippie de 1967, el auténtico verano del amor.
Desde grupos como The Mamas and The Papas (uno de cuyos integrantes, John Philips, fue el productor del festival), que hacían baladas de gran armonía vocal hasta el country rock de Canned Heat, la película muestra, en forma casual, integrando al espectador, el florecimiento artístico-musical de la época.
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Parece mentira, a la luz del feísmo que prevalece en el rock duro, metalero y satánico de hoy, escuchar en la época dorada del rock la belleza rítmica y melódica de Jefferson Airplane y su cantante Gracie Slick, bella y talentosa.
La cinematografía de los hermanos Pennebaker le da una forma intimista al documental, intercalando secuencias del público mientras escuchan, duermen, comen, bailan. En fin, ver la película es una forma de estar presentes en el evento.
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Las secuencias de grandes estrellas musicales en el público escuchando a otros artistas, como Mama Cass Elliot con la boca abierta, asombrada con la increíble versión de Ball and Chain de Janis Joplin o Jimi Hendrix quemando su guitarra en el escenario, resultan realmente inolvidables. Pero son las escenas del público delirando con la música hindú de Ravi Shankar las que atestiguan un mundo de paz y amor, desprovisto del odio que hoy enfrenta el mundo en choque de oriente y occidente.