Esa inseguridad la intentó ocultar con una creciente tendencia despótica sobre las personas que le rodeaban y que incluso le llevó a decir que siempre quiso "poseer una persona".

Antes de encerrar a su hija Elisabeth en un sótano, donde la mantuvo en cautiverio durante 24 años, Fritzl ya había sido acusado de haber violado a una mujer a finales de los años sesenta.

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A través de su comportamiento sexual y de la brutal dominación hacia las mujeres, Fritzl pretendía compensar las humillaciones sufridas de parte de su madre, según el informe.

Él mismo aseguró a la psiquiatra que le entrevistó: "Nací para la violación y pese a ello, aún me contuve largo tiempo".

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Era incapaz de ver los riesgos o consecuencias de sus actos y era capaz de adaptar su visión del mundo a sus expectativas.