Lo cierto es que este filme no solo marcará un hito por tal suceso, sino que lo hará por ser una película sin guión coherente, con algunas escenas inentendibles y con actuaciones que debieron quedarse en la pantalla chica.

El que Sony distribuya una película no es garantía de su calidad. Los argumentos que soportan la sinopsis son nulos, carecen de coherencia y no existe el mínimo esfuerzo por dar explicación a los acontecimientos que desencadenan la trama, hay muchas situaciones que se manejan de forma aislada.

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Se hace notoria la incapacidad de traducir en imágenes la literatura.

Las vueltas de tuerca (resoluciones de conflictos) son por demás absurdas, predecibles, inocentes e  idealistas. El humor es  huella de las producciones colombianas, pero no es un recurso capaz de soportar un largometraje  y menos aún de lo que se pretende sea un drama. La actuación de la diva venezolana es plana, válida para el formato telenovelero pero mal construida para cine. Julio César Herrera, quien dio vida a  Juan Fernando en El Cholito, la telenovela ecuatoriana, construye un personaje sólido que opaca la actuación de Ruddy.

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Un manejo de cámara sin sorpresas, una dirección actoral desperdiciada, una fotografía irrelevante. La ministra inmoral pierde la oportunidad de explotar la bipolaridad como un acontecimiento dramático de palabras mayores. Y finalmente coloca en pantalla al actual amor de la Rodríguez, el rejoneador Juan Rafael Restrepo, para confirmar que echar mano de lo que se tenga a la mano produce situaciones forzadas que acaban desmereciendo una película.