La galería de Tate Britain exhibe la obra de Francis Bacon como una celebración al centenario de su nacimiento en 1909. Es la primera retrospectiva presentada en el Reino Unido desde 1985. La colección viajará al Museo del Prado de Madrid en febrero del 2009 y posteriormente, en mayo, se exhibirá en el Museo Metropolitano de Nueva York.Francis Bacon es considerado uno de los grandes maestros del arte del siglo XX. La fama que lo catapultó desde que pintó Crucifixión en 1944 no cambió su estilo de vida. Desinteresado en bienes y premios, el artista vivía en un pequeño estudio en South Kensington, Londres, sin tiempo suficiente para producir los cuadros que demandaban los museos y coleccionistas privados en todo el mundo. (Uno de los más recientes es Roman Abramovich, quien pagó 55 millones de euros por uno de sus trípticos). A pesar de que disfrutaba de cenar en restaurantes caros y beber champán, los alrededores de su casa poco le importaban. En su desordenado estudio citaba a sus amigos y amantes, no para que posaran como modelos, pero sí para fotografiarlos y después poder utilizar sus imágenes con los distorsionados pincelazos que lo caracterizaron. “Ellos sienten que la distorsión es una forma de herida, pero tú matas las cosas que adoras”, dijo en una entrevista concedida al crítico de arte británico David Sylvester en 1967. Enfermiza. Repulsiva. Pervertida. Horrorosa. Así es como muchos críticos han catalogado la obra de Francis Bacon (1909-1992). Hijo de británicos nacido en Irlanda, el segundo de cinco hermanos a quien su padre expulsó de la casa a los 17 años al encontrarlo mirándose en el espejo vestido con la ropa de su madre. Bacon viaja a París y contempla la obra de Picasso, Dalí, Buñuel. Regresa a Londres y se convierte en decorador de interiores, y completa su salario mensual como joven de compañía de banqueros y adinerados hombres de negocios. No tuvo una educación formal. Fue un insaciable admirador de Velázquez, Goya, Picasso, Rembrandt y se basó en una de sus obras para plasmar en el lienzo su visión del mundo. Un ateo que representó en sus cuadros lo que era vivir sin dios y sin una vida después de la muerte. Pintó al ser humano como un simple animal, “porque sin dios los humanos somos objetos de violencia, lujuria, temor como cualquier otro animal”. En los salones del Tate Gallery se hallan representaciones de la bestialidad animal, combinada con los devastadores eventos de la Segunda Guerra Mundial. “Admiro la belleza de la carne en un matadero. Es el horror de la vida, una secuencia natural. La gente se ofende cuando mira o escucha directamente los hechos o lo que se llaman verdades. No comprendo cómo existe gente que se horroriza con las peleas de toros y come carne. Es ilógico”, expresó Bacon en su momento. En 1950, Bacon pintó la serie del retrato del papa Inocencio X realizado originalmente por el artista español Diego Velázquez en 1650. Francis quiso explorar las inseguridades de los poderosos, retrató a 45 papas encarcelados, vestidos con tánicas azules, vulnerables. El cuadro Head VI muestra una figura que brama o jadea, transformando su apariencia en una expresión de terror. “Me impresionan los movimientos de la boca, los destellos y colores que salen de ella, su forma, los dientes. Me hubiera gustado pintar la boca de la manera en que Monet pintó el atardecer, pero nunca tuve éxito. Tampoco he tenido éxito dibujando una sonrisa”, explicó Bacon en una entrevista en los archivos de la BBC.Se conoce que la obra original de Velázquez reposa en una renombrada galería en Roma, a la que Bacon nunca fue a admirar “por temor a comparar la maravillosa obra de Velázquez con la que había hecho yo”, expresó. A mediados de los años cincuenta, un sentido de terror impregnó su vida diaria. Era la combinación de la ansiedad de la Guerra Fría y aire travieso de emancipar sus affairs y amplias presiones con la ilegalidad de la homosexualidad. Man in Blue captura esta atmósfera concentrando una simple figura masculino, en traje oscuro, patéticamente aislado en la mesa de un bar con un fondo azul oscuro. Bacon creó cuadros relacionados con la crucifixión en momentos cruciales de su carrera. La paradoja de un ateo utilizando un sujeto cargado de significados cristianos no era un acto de una alma perdida; se proclamó como un “no creyente y lo pintado solo era un acto de comportamiento humano”. Los instintos de brutalidad y miedo se combinan como una profunda fascinación con el ritual del sacrificio. Tres estudios de figura en base a la crucifixión (1944) es clave precursor de sus temas posteriores que contienen una bestial distorsión de figuras humanas en un formato de tríptico. Estos monstruos creados reemplazan los tradicionales santos y Bacon los relaciona después con Las euménides, las diosas vengativas de la mitología griega. Al explicar la violencia explícita en su tercer tríptico pintado en 1965, él simplemente agrega: “Por supuesto, somos carne, somos potenciales cadáveres en descomposición”.Otra de las salas del museo está dedicada a la memoria de George Dyer, el amante de Bacon y su compañero desde el otoño de 1963. Dyer entró a robar a su casa y Bacon quedó prendado de él; fue su compañero por casi ocho años hasta que este se suicidó en el departamento en París el día antes de la exhibición en el Gran Palais en 1971. Influenciado por la pérdida y culpabilidad el pintor realiza un sinnúmero de trabajos donde Dyer es el principal protagonista. Son trípticos a gran escala, con sentido de movimiento, distorsión, en momentos de acciones vistas en diferentes ángulos, desnudos basados en fotografías, libros, páginas de revistas. Bacon murió en Madrid en 1992 y se convirtió en el más grande artista de su generación. Una confrontación sin respuesta con la mortalidad fue la tónica de su trabajo; sin embargo, la presencia de jóvenes amantes y la vulnerabilidad de la carne se convirtieron en temas recurrentes en sus últimos trabajos. Esta muestra retrospectiva de Bacon se podrá admirar en el museo del Prado de Madrid desde febrero hasta abril del 2009 y en el Metropolitan de Nueva York de mayo a agosto del próximo año.