Se calcula que entre el 50 y el 80% de la población está infectada por el VPH. Es, de hecho, el agente infeccioso que se transmite con más frecuencia en las relaciones sexuales.

Hoy se conocen más de 100 tipos de VPH, quince de los cuales incrementan, entre las mujeres que lo portan, el riesgo de padecer cáncer cervical.

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Tanto es así que el 99,7% de las mujeres a las que se les diagnostica cáncer de cuello de útero -medio millón cada año- están infectadas.

Entre 1983 y 1984, Herald zur Hausen consiguió identificar y aislar dos tipos de VPH, los más dañinos -los que causan el 70% del total de cánceres de cuello de útero-, el VPH16 y el VPH18, y relacionarlos con la formación de tumores.

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El descubrimiento, gracias al cual ha sido posible el desarrollo de la vacuna que proporciona una protección superior al 95% contra la infección por VPH16 y VPH18, le ha valido el Nobel.

Cuando el VPH llega a la cavidad vaginal infecta las células de la mucosa que revisten la entrada al útero. Entra en ellas y se multiplica, causando la muerte de esas células y graves daños en los tejidos, que pueden tardar en cicatrizar más de dos años.

El riesgo de cáncer asociado al VPH radica en su capacidad de incorporar su material genético en el de la célula que infecta. Es su manera de esconderse del sistema inmune tras causar la muerte celular.

Pero los efectos de esa integración en el funcionamiento de la célula son aún peores. Los genes del VPH promueven que éstas empiecen a dividirse indefinidamente sin control alguno. El resultado, un tumor, que puede aparecer entre 10 y 30 años después de la infección.