| Fotos: Jacques JouyEvocando la lectura de las Cartas filosóficas y poemas de este escritor de genio, me dije que un día me gustaría visitar su castillo. Quién diría que algunos años más tarde vendría a residir a pocos pasos del mismo, donde él vivió casi 20 años de su vida”. Figura monumental y universal, François Marie Arouet, El Joven, más tarde conocido como Voltaire, nace en París el  21  de noviembre  de 1694 en una familia acaudalada. Realiza brillantes estudios filosóficos y de retórica en el selecto colegio jesuita Louis-le-Grand de París, y aunque nunca dejó de criticar a los jesuitas, profesó durante toda su vida una gran admiración por sus profesores y por las grandes empresas misioneras de la Compañía de Jesús, lo que no le impedía usar un tono sarcástico cuando manifestaba que su vocación poética, su gusto por el teatro, su interés por la historia y el placer de la conversación se los debía a los sacerdotes jesuitas. Años más tarde, como escritor y filósofo, fue admitido con honores en la Academia Francesa en 1746. Voltaire muere el 30 de mayo de 1778, en París, a la edad de 84 años. Pudo haber vivido algunos años más, pero el torbellino de los constantes homenajes en París con ocasión de su ingreso a la Academia Francesa lo agotaron enormemente y fallece en esa ciudad, en cuyo panteón está enterrado. Prisiones y exiliosIntelectual comprometido por sus escritos, este poeta, historiador y filósofo, digno hijo del Siglo de las Luces, no duda en lanzarse a las calles para defender sus convicciones y combatir las injusticias, batiendo un récord de encarcelamientos y exilios, pues nunca dejó de denunciar los abusos ni de escribir sus críticas ni de usar su afilada lengua. Sus escritos satíricos sobre el regente le valieron el exilio en 1716 y después un año de prisión en la Bastilla por  haber reincidido. A partir de su liberación adopta el seudónimo Voltaire, anagrama de Arouet, El Joven. Su aspiración de llegar a ser el poeta oficial de la Corte se vio truncada por un incidente mundano y nuevamente fue enviado a la Bastilla en 1726 y por fin a un exilio de tres años en Inglaterra, donde se entusiasma por el régimen de libertad que allí reina. Retorna a París, donde autoriza a publicar las Cartas filosóficas o Cartas inglesas, pero únicamente destinadas a Inglaterra, pues era muy arriesgado hacerlo en Francia; pero los libreros con frecuencia ven solo su propio interés y la obra circula también en este país, lo que en 1734 le valió por tercera ocasión una condena y amenaza de prisión en la Bastilla. Empieza allí su relación con Emily de Chatelet, insigne matemática, de elevada cultura y primera traductora al francés de los escritos de Newton. Ella le propone huir, proporcionándole alojamiento en su castillo en la provincia de Champagne, adonde luego lo siguió, y es así como da inicio a quince años de vida en común (de 1734 a 1749). Según varios historiadores, fue probablemente ella quien influyó en Voltaire para su pasión por la filosofía científica y para escribir tragedias. Vuelve a París en 1736 por una corta visita para publicar El Mundano, sátira provocativa e insolente, himno a los placeres terrestres, en contraposición con las creencias  y valores religiosos de la época basados en la austeridad y el sufrimiento, lo que lo obligó a exiliarse nuevamente. Más tarde, continúa escribiendo sin descanso en la propiedad de Madame de Chatelet. Pese a ese récord de exilios y condenas, conservaba ciertos vínculos privilegiados con París. Aunque mal visto y rechazado por Luis XV, conservó siempre la protección de Madame de Pompadour, del Duque de Richelieu, de varios ministros y  más gente poderosa en París, pero no lo suficiente como para hacer cambiar de parecer a Luis XV. Histórico apoyo a La CondamineComo toda la élite cultural de su época, Voltaire se apasiona  por la forma de la Tierra,  que según Newton es achatada en los polos, pero para los  geógrafos franceses lo es a nivel de la línea equinoccial. Para resolver el problema, la Academia de Ciencias de París decide en 1735 enviar dos expediciones, una a Laponia, más allá del circulo polar, y la otra a la Real Audiencia de Quito, para medir un grado del meridiano terrestre. Voltaire apoyará con fuerza la candidatura de La Condamine para integrar esta expedición. Vida y obraElogiado igualmente como apóstol de la justicia y de la tolerancia,  denuncia en su obra la guerra y la injusticia política y social, aunque de vez en cuando la historia alude a él como antisemita e involucrado en el tráfico de esclavos. Son estas  algunas de las contradicciones de la personalidad de Voltaire, pues durante mi entrevista a Elisabeth Ricci en el castillo de Voltaire, ella puntualiza, como el resto de los expertos volterianos, que esas acusaciones son absolutamente falsas: “Voltaire era hombre impulsivo, hacía el bien o el mal por puro impulso,  pero estuvo desligado del antisemitismo y de una participación en el tráfico de esclavos. Al contrario, defendió arduamente a los siervos de la región del Jura, donde él vivió”. Fue un hombre de su tiempo y sagaz en negocios, demostrando que no existe incompatibilidad entre el hombre de letras y las finanzas.   Les DélicesEn esta gran mansión de su propiedad, en Ginebra, se instala con su sobrina Madame Denis, a la vez su amante, quien lo acompaña hasta el final. Ella heredó todo a la muerte de su tío. Voltaire vivió y trabajó allí de 1755 a 1760, pese a los calvinistas que desaprobaban la instalación de ese intelectual temible de costumbres opuestas a la severidad calvinista. Allí escribió sus obras mayores: Candide y  Desastre de Lisboa,  en un periodo de eventos trágicos que inspiraron su obra: el terremoto de Lisboa de 1755 que causó la muerte de 30.000 personas y que dio origen a su obra Poema sobre el desastre de Lisboa, verdadera toma de conciencia para un creyente como él a quien le era difícil conciliar esa catástrofe con la bondad divina. “Es el fracaso de Dios”, decía. El otro evento fue la Guerra de los Siete Años, en 1756, que le inspiró la siguiente reflexión: “Casi toda la historia es una continuación de atrocidades inútiles”. Su célebre castillo en Ferney-VoltaireVoltaire abandona Les Délices el 30 de junio de 1758 y se instala en la frontera entre Francia y Suiza, en una población llamada Fernex a la que él le cambia de nombre por Ferney, hoy conocida como Ferney-Voltaire. Allí adquirió una ruina gótica que la hizo demoler para construir en su lugar un castillo diseñado por él mismo con una pequeña iglesia dentro de la propiedad. Con frecuencia manifestaba que la posteridad lo recordaría también como arquitecto y que su castillo estaba hecho para durar 1.000 años. Tomó en serio su papel de Señor de Ferney, y por los trabajos de urbanismo y más obras que emprendió lo llamaron El Patriarca de Ferney.“La sola línea de conducta de Voltaire fue el pragmatismo”, prosigue Elisabeth Ricci, al evocar la creación de una escuela en Ferney para que los niños aprendan a leer y escribir, pero rápido se dio cuenta Voltaire de que en esta población, muy pobre en la época, la asistencia de los pequeños a la escuela daba origen a falta de brazos en los campos, entonces se interrogó, ¿qué es más importante, que aprendan a leer y escribir o que coman? Igualmente, al surgir el proyecto de Versoix la Ville, al que estaba asociado, autorizó a 8.000 judíos de Avignon y 3.000 de Besançon a instalarse en estas ciudades nuevas de los Alpes.  Católico de profunda fe, como señor del pueblo, iba todos los domingos a misa para dar ejemplo a los habitantes, pero tuvo una actitud muy firme con la Iglesia puesto que no concebía el fanatismo, la intolerancia y la superstición. Personaje adulado y admirado de su época, recibía constantemente en el castillo a las grandes élites intelectuales y artísticas de su tiempo, entre ellas  el duque de Richelieu, Condorcet, Casanova, Mozart y tantos otros que se desplazaban de todos los rincones de Europa para visitar a este hombre, cumbre de la literatura. En el hermoso y extenso parque del castillo ofrecía muchas fiestas suntuosas. Allí hizo construir un teatro con cabida para unas 200 personas en el que se daban numerosas recepciones teatrales, seguidas de una ópera cómica. Los invitados llegaban entre seis y siete de la noche, y una vez terminado el espectáculo empezaba el baile dentro del castillo. A medianoche se servía una gran cena hasta las dos de la mañana. Luego continuaba el baile hasta las seis, debido a que la mayor parte de los convives venía de Ginebra, que era fortificada en esa época, por lo tanto la gente permanecía en la fiesta hasta esa hora que la ciudad abría sus puertas.En el lado festivo de la vida de Voltaire, una fecha importante es el 4 de octubre, día de San Francisco, gran celebración del pueblo que viene a homenajear a su señor y esa fiesta anual durará casi hasta el fin de su vida. Cabe notar que en la actualidad, Ferney Voltaire, pequeña ciudad francesa, situada apenas a diez minutos de la sede europea en Ginebra de Naciones Unidas, se ha transformado en sitio de residencia de funcionarios de esa organización.  Ciudad muy rica y considerada una de las más caras de Francia, hoy posee numerosas y lujosas residencias. Al mismo tiempo atrae a los turistas por el castillo de Voltaire y por la preservación de su ciudad vieja con sus estrechas calles adoquinadas y las fachadas de sus casas con influencia de Italia del norte, como la mayor parte de las construcciones de este lado de los Alpes. En mi reciente visita al castillo me parecía escuchar el sonido de las voces y de la música de las fiestas ofrecidas por Voltaire en ese magnífico parque y casi podía verlo en primera línea de su teatro haciendo comentarios en medio de la representación, como era su costumbre.  Me dije, qué importa  que haya sido tildado de megalómano como lo muestra el cuadro de enormes proporciones llamado El triunfo de Voltaire, pues considero que la megalomanía puede ser un derecho en un ser humano de genio, convirtiéndose en algo patético en los mediocres.