A sus 7 años, acompañando a su mamá a hacer compras navideñas, vio una guitarra de juguete pero de tamaño y características reales. Señaló el instrumento y lo pidió. Pero le regalaron una guitarra pequeñita y con botoncitos. Nunca había llorado tanto. Pese a esa desilusión, con su letra de niña de 8 años, empezó a escribir canciones que su madre aún conserva. Su primera guitarra de verdad la tuvo a los 12 años. No pudo  ingresar al conservatorio, así que aprendió sola y por imitación.

“Grababa videos musicales en VHS y ponía  stop  para ver cómo estaban puestos los dedos”, cuenta que después tomó clases particulares con Gastón Gagliardo, quien le enseñó las notas y el pentagrama, aunque le interesaba más componer.

Publicidad

Andaba de intercolegial en intercolegial interpretando sus canciones inéditas. En 1999 su tema Con tu ausencia en mi ser fue aceptado en el Festival de la Canción OTI, capítulo Ecuador, y esa experiencia le sirvió para ratificar “que lo que quería era la música y punto”. Pero cuando terminó el colegio decidió estudiar biología marina. Sus padres y hermanos pegaron el grito al cielo y le dijeron que podía traicionar  todo, menos su vocación musical.

Así fue como estudió  en el Instituto de Música Contemporánea de Quito. “Fue la primera vez que era feliz en un salón  de clases, sentarme frente a un pizarrón que era solo pentagrama y todo el día hablar de música”, añora. En ese instituto anexo a la Berklee School of Music de Boston integró el coro de jazz SoloVox muy al estilo de New York Voice y The Manhattan Transfer.

Publicidad

En el 2004 también fue vocalista de la Fábrica de Jazz y compartió escenario con los músicos internacionales Paulo Mora, Dick Saltzman, Pascoal Meirelles, André Neiva, etc..

Hace ocho meses regresó a Guayaquil con un montón de canciones propias y su guitarra electroacústica y desarrolla su propuesta con Raúl Molina y José Olvera. “Composiciones pop con influencias desde el jazz y elementos de funk, dice con su voz un tanto gruesa, todas hablan de un tema en común que es el amor, no hay más”. Esa noche Jenny Villafuerte entra a escena con su canción preferida: “Tu luz trae sueños/ Me hace sentir mi cielo/Tu luz trae viento/ Me hace volar”. Sus melodías son como las olas del mar. Saltan, caen y explotan con amor y sal.