En el concierto también se promocionó la nueva producción denominada 45. La banda hizo un recorrido por los temas que sus miembros hicieron famosos cuando integraban Caifanes.
Cerca de dos horas de ritual y ceremonia no fueron suficientes para miles de quiteños y gente de todos los rincones del país que llenaron la noche del jueves pasado el ágora de la Casa de la Cultura de la capital para revivir más de 20 años de música, sueños y filosofía de Jaguares y los Caifanes.
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Saúl Hernández (voz y guitarra), Alfonso André (batería), César Vampiro López (guitarra) y Marcos A (bajo), hicieron extasiar, saltar y hasta llorar de alegría a sus fanáticos que llegaron desde las ciudades ecuatorianas Guayaquil, Latacunga, Cuenca, Ambato, Loja, Ibarra y hasta Piura (Perú) tras horas de viaje en autobús.
El recital arrancó con Alquimista, tema de su más reciente disco 45, titulado así por el número de pobres que sobreviven en México y que, según Hernández, “esperemos que esa cifra quede en el pasado, en un museo como un mal recuerdo”. Ya con las gargantas y los cuerpos más animados, la banda mexicana siguió con Lobo y Entre tus jardines, dos temas también incluidos en el álbum que vinieron a promocionar.
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Saúl Hernández se puso de rodillas para saludar a la “raza” de Ecuador antes de pasar al siguiente tema, Mátenme porque me muero, sencillo de Caifanes incluido en su primer disco (1988) con el mismo nombre.
El público terminaba de corear las letras de esta canción cuando la banda hacía una parada para dar a conocer su línea de acción de lucha a favor de los derechos humanos y su compromiso con Amnistía Internacional. “Nosotros no somos partidistas. No creemos en ningún partido. Pero sí creemos en la acción civil y en el movimiento popular.
Creemos que ustedes, raza, son el futuro”, dijo Saúl antes de arrancar con la siguiente “rola”: Arriésgate, del disco El primer instinto (2002).
Santiago Avilés, guayaquileños de 30 años, se sintió emocionado de asistir a este concierto que lo había esperado desde hace más de una década. En ello coincidió Diego Carrillo, quien aseguró que desde los 13 años, cuando escuchó por primera vez a los Caifanes, soñaba con verlos.
Pero la noche aún tenía mucho que ofrecer. Luego de esta serie de temas el grupo hizo un recuento por éxitos como Miedo y Afuera del disco El nervio del volcán (1994) para luego pasar a grandes hits de Jaguares como Fin, del álbum Bajo el azul de tu misterio (1999) y Como tú, del disco La sangre que galopa (2001). El público coreaba las canciones con tal entusiasmo que las voces se empezaban a escuchar roncas por la intensidad del ritual.
Luego, la banda se tomó unos segundos para refrescarse. “Esta canción debió haberse escrito en Quito por el cielo que ustedes tienen acá”, mencionó Saúl a modo de introducción para Nubes, tema del disco El silencio (1992).
A este siguieron temas del álbum El equilibrio del jaguar (1996) como Dime Jaguar, Detrás de los cerros y Nunca te doblarás.
“Es como un momento de éxtasis que nunca quieres que acabe. No te importa si se te desgarra la voz o si ya no tienes fuerzas para estar parado. Solo quieres continuar”, así define Pablo Proaño el haber vivido la experiencia musical con la banda mexicana.
Alfonso André dejó por un momento su puesto de baterista y tomó el micrófono para recordar Miércoles de ceniza, tema incluido en El silencio e hizo saltar al auditorio del ágora.
“Dios te bendiga raza”, volvió a decir Saúl Hernández, como al principio de la ceremonia, luego de hora y media de recital. Tras presentar a toda la banda ante el público, el grupo interpretó el tema Te lo pido por favor, original de Juan Gabriel, para salir unos minutos del escenario.
Ante la insistencia del público para que la banda regrese al escenario, sus integrantes continuaron con una canción “que hace años que no tocamos, así que espero que nos perdonen las fallas”, explicó Saúl. Era La negra Tomasa, grabación que Caifanes lanzó en 1988 y que puso a bailar al ritmo de cumbia a los presentes.
“Son tan importantes los que están atrás como los que están adelante y los que están a los costados”, advirtió Saúl. Entonces sonaron las notas de la Célula que explota, del álbum El diablito (1990). La audiencia hizo retumbar las paredes de la edificación con sus gritos y frenesí. Saúl Hernández no tuvo que cantar toda la letra del tema porque el auditorio la coreaba de memoria.
Luego de ello, llegó No dejes que…, gran éxito que nuevamente puso a todo el ágora a saltar y cantar. “Ustedes se merecen los aplausos, no nosotros” volvió a repetir Saúl Hernández. El concierto terminó con los temas Antes de que nos olviden y Quisiera ser alcohol, que los fanáticos gritaron hasta perder la voz.
“Es un honor estar aquí con ustedes. No existe el tiempo entre nosotros, cada encuentro es profundo y poderoso”, Saúl Hernández.
“El concierto fue increíble, espero el día en que regresen otra vez para volver a vivir esta experiencia maravillosa”, dijo Diego Álvarez.