La obra propone un viaje por la ritualidad mediante la alternancia de registros poéticos y documentales. Textos de Mario Benedetti, recortes de diarios, varios testimonios y relatos de mitología andina son instancias que dan cuenta de un duelo que se extiende, a través del niño, desde la Sierra hasta la Costa.
Desde esa cantera surgen dos personajes –pájaros en la cosmovisión andina– que accionan sobre el presente del niño en su reencuentro con la familia ausente. La triada de actores –Patricio Estrella, Julio Falconí, José Alvear– trabaja sobre el tiempo mítico de un viaje, segmentado por la palabra y el lúdico procedimiento de la memoria. Allí, el espectáculo articula un diálogo con la idea de una nación que “institucionaliza el olvido” como hecho consumado de la historia.
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Por lo tanto, desde esa tensión particular de recordar por parte del niño y un devenir externo que olvida, la obra desarrolla una didáctica sobre el éxodo y los sufrimientos de un país.
Un destacado momento de la obra es una clase escolar a partir de un “combo de matemática-geografía-historia”. Luego se produce una implosión de las imágenes y motivos en el espectáculo. Y esta atomización de figuras no logra asentar sólidos puentes entre sí. De ese modo, el espectáculo crea un sistema difuso de procedimientos escénicos.
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Pero La Espada de Madera indaga con profundidad, a pesar de una endeble dramaturgia, una serie de temas complejos para el abordaje teatral.